lunes, 19 de marzo de 2007

Sísifo victorioso

Sísifo no es grande por su astucia o por su insolencia ante los dioses; no lo es tampoco por haber encadenado a Tánatos o por haber sido condenado al burlarse de aquéllos. Lo que hace verdaderamente grande a Sísifo es su castigo, quiero decir el tipo de castigo que se le impone: la tarea inútil, la empresa absurda de empujar una roca hasta una cumbre desde la que vuelve a caer al mismo valle para requerir el mismo necio empeño. Eso es lo que ha excitado la imaginación de escritores y artistas: su vecindad con el quehacer humano, con el esfuerzo de seguir agarrándose a la vida a pesar de todo.

Yo quiero pensar a Sísifo en el valle, al comienzo de su condenada empresa; quiero pensar en cualquier ser humano al principio de la jornada, soñando la sonrisa que va a justificarla, creyendo firmemente que la piedra, por fin hoy, va a detenerse allí arriba, para siempre, y que se va a poder encaramar sobre ella, como un halcón sobre su presa, para contemplar en el atardecer la luz definitiva de su victoria.

Frente a Camus, yo no quiero centrarme en la conciencia de Sísifo durante el descenso. No me importa que sepa entonces su tragedia. No quiero imaginar a Sísifo cuando, casi en la cima, empieza a sentir un habitual temblor en las manos que, en el pálpito imposible de la roca, barrunta que aquél es otro intento sin destino, otra tarea sin razón, otro día sin sonrisa. Y que después sólo queda el descenso, terrible, gravado, no por el cansancio, sino por el recuerdo de su repetida inutilidad… Y la noche, el insomnio, la soledad, su llanto confundido con el sudor hasta convencerse (o resignarse) de que el esfuerzo “basta para llenar el corazón de un hombre”. Es así como imagina Camus a Sísifo dichoso.

Yo no. La dicha que imagino de Sísifo está en su victoria, en la convicción de su victoria sobre el empeño de los dioses, en su santa y grandiosa rebeldía humana, no en su resignación al absurdo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Impecable, me quito el sombrero que no tengo. Tienes razón: en Sísifo no hay resignación, pero creo que tampoco hay dicha ni victoria o pensamiento de ella. Hay otras cosas, dignidad, honestidad, grandeza (suya también, no sólo del castigo), tenacidad, nobleza, entrega, integridad...
¿Y qué crees que hago yo con estos hilos?

Antonio Azuaga dijo...

Con esos hilos se hace el jersey de la vida buena, no de la “buena vida”, naturalmente.
Yo sí creo en la victoria de Sísifo porque es la victoria de la voluntad por encima de todo. Al cabo, comimos de la “fruta” (vosotras primero, por cierto); así que no estamos dispuestos a conformarnos con un “poco de sudor” para distraernos. Entre otras cosas, porque es bastante soez.