sábado, 10 de marzo de 2007

Mirar la noche

Me parece que era Venus. No sé, hace mucho que no miro al cielo e ignoro cuáles serán ahora las costumbres de la noche. Podría consultarlo en Google, pero tampoco tengo ganas ni importa tanto al caso la precisión astronómica. Estaba allí, sobre la memoria, oscura ya, del Sol desaparecido, entre las luces pálidas de un hipermercado lleno de gente que empujaba un carrito carcelero. Estaba allí, hermoseando la muerte de la tarde, ajena, como una diosa, a que la ignorase nuestra insignificancia. Fuera el lucero que fuera, es el mismo que vieron Akhenatón, César, Agustín de Hipona, Galileo, Newton… Un vínculo luminoso que ha unido las miradas de los hombres desde que nos dio por deambular sobre esta esfera amorfa.

Mirar la noche es una actividad saludable; admirarla, un ejercicio de humildad; virtud de la que, por cierto, no andamos muy sobrados. Desgraciadamente, las cosas que se admiran hoy en día tienen escaso fuste. Por ejemplo: cualquier patán que sale durante unos minutos diciendo cuatro tonterías en la televisión es objeto de inmediato reconocimiento y admiración rendida. No tengo nada en contra del aplauso al deportista que lo merece, pero sí contra la sandez rentable de que promocione sus peinados, o sus pantalones, o su innecesaria imagen. Y, desde luego, lo tengo todo en contra de la prostitución de las grandes palabras y los grandes valores que tanto ridiculizó mi sandia generación, y así nos luce el pelo. Hoy por hoy, el amor (convertido en carátula del sexo), la admiración (transformada en vulgar papanatismo), la libertad (caricaturizada en la elección del color del automóvil, por ejemplo)… son menos que las momias conceptuales de que hablaba Nietzsche. Pura sentina. Nada.

Hay que volver a mirar la noche, a admirar y amar la verdadera grandeza, a reconocer la pequeñez de uno… Hay que acabar con tanta idiotez.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

"¿Qué repentino presentimiento surge del fondo del corazón, absorbiendo el aire suave de la melancolía? ¿También tú, oscura Noche, te complaces con nosotros? Bajo tu manto, ¿qué tienes? ¿qué poder invisible que me penetra el alma? Un bálsamo precioso surge de tu mano, de tu ramo de amapolas. Tú levantas las alas caídas del alma pesarosa..." (Novalis, Himnos a la Noche)

Antonio Azuaga dijo...

¿Qué nos ha pasado, Julio? ¿Qué le ha ocurrido a Europa, tu “Europa”, para pasar de Novalis a tanta vulgaridad?

Anónimo dijo...

Poder y dinero. Por otra parte nada nuevo.

Anónimo dijo...

Entre otras cosas, esto que, en "La Cristiandad o Europa", ya advertía el mismo Novalis:

"… el odio a la religión se hizo extensivo, de forma natural y consecuente, a cualquier cosa que fuese objeto del entusiasmo; declaró herejía la moralidad y el amor por el arte, la fantasía, el sentimiento, el futuro y el pasado… y convirtió la infinita música creadora del universo en el crujido monótono de un enorme molino, accionado por la corriente del azar y a su merced, un molino en sí, sin constructor y sin molinero, un auténtico perpetuum mobile, un molino que se muele a sí mismo…"

La cosa viene de lejos y ha ido a peor.

Antonio Azuaga dijo...

Ya lo sé, ya lo sé. Como sé, igualmente, que se trata de la larga agonía de una justicia, una moral, un arte... Una cultura que ya no cree ni en sí misma.