jueves, 29 de marzo de 2007

Nocturno demencial

Me duele la mano, pero necesito compulsivamente escribir para todos y para nadie, que es como subtitula Nietzsche su Zaratustra. Aunque no tenga nada que decir; ¡qué más da! Será que me sobran palabras, o que ya han agotado sus posibilidades en la cadena de fusiones sucesivas, desde las más livianas a las más pesadas. Igual que en las estrellas, su masa debe de superar el límite de Chandrasekhar (qué bien queda esto de escribir un nombre tan sofisticado, tan específico y que me costaría tantísimo pronunciar con mediana corrección). Soy una supernova potencial, huelo el estallido. Palabras, palabras, palabras… (otra vez Hamlet) por doquier, a diestro y siniestro, sin concierto ni orden, reventándome el alma vocinglera.

Sigo en la historia de ayer; ya debo de ser un agujero negro (qué ironía en mi caso). Nada puede escapar de esta brutal atracción. Escupo nombres, verbos, adjetivos… Se doblan en curvatura infinita, regresan otra vez al núcleo infame de su nada. El infierno es gritar y que rebote el grito en las paredes de la propia oscuridad. Pero uno se siente mejor si habla sin necesidad de justificar por qué lo hace. Uno aúlla “estoy harto”, por ejemplo, y lo vuelve a escuchar infinitamente: “estoy harto, estoy harto, estoy harto…” Y no tiene que explicarlo porque se queda en uno mismo, que ya lo sabe, o que aún no lo sabe. Da igual: ¡alivia! Hasta la mano va más ligera, ya casi ni duele, aunque no se diferencian claramente los nudillos: son un casco de esfera casi perfecto. Espero que no estén a punto de otra explosión estelar. Sólo faltaría eso: otra supernova; ésta, en el lomo de la mano… y unos dedos nebulosos repartidos por doquier. Tendría gracia verlos flotar en un halo luminoso mientras el brazo se consumía en otro agujero negro que a su vez absorbía a este estúpido cuerpo comprimido en la oscurísima oquedad de sus palabras.

Todo esto es una soberbia imbecilidad. O mejor, “santa”, suena notablemente más al tiempo que engrandece la idiotez. Todo esto es una santa imbecilidad. Ahora sí; además, la inteligencia es culpable y demoníaca. La pagana estulticia de nuestros días ha elevado al sandio a los altares.

Adoremos pues la gilipollez, está de moda, tiene futuro, todo el futuro de esta vaciedad desnortada. La única palabra que siento no tener, tal vez porque es la que me ha engullido, es la que sería capaz de desenmascarar tanto... tantísimo cretinismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡"En constante desacuerdo con el mundo..."! No te preocupes: el cretinismo está desenmascarado. Más bien, no lleva máscara y, si la lleva, sabemos muy bien lo que esconde. Los listos cretinos pueden dar el pego a algunos. Allá ellos y a quienes dan el pego!

Antonio Azuaga dijo...

“Después de haberme dicho muchas veces / que debía mirar de otra manera / las cosas…” Ya lo sabes, son palabras tuyas. Pues sí, uno está harto… De la prensa, de los políticos, de la televisión, de los ciudadanos, de su profesión, del arte, del cine, del fútbol… Y, como es tanto, termina uno por estar simplemente harto de uno mismo.
Gracias siempre por tus comentarios.