viernes, 23 de marzo de 2007

Amar la vida

Estoy viendo a través de mi ventana un chopo, ayuno aún de primaveras, desde una de cuyas ramas, a su vez, me observa un gorrión no sin cierta indiferencia. Entre el chopo, él y yo estamos construyendo un momento único, de nula trascendencia, por supuesto; pero único. No volverá a repetirse nunca una luz como esta luz agónica en el poco día que le queda, ni un pájaro así en el punto preciso de esa rama en que ahora lo veo, ni este yo taciturno y tardeado a quien mira él con displicencia. Estamos los tres ya reunidos en un fotograma excelente en su temporal soledad (lo único siempre es lo solo), un fotograma de nuestras vidas, hoy excepcionalmente coincidentes. La única diferencia entre nosotros es que este intervalo en mí se hace conciencia, en mí se vuelve palabra.

Decía Ortega, nuestro Ortega, que cada hombre tiene una misión de verdad; es decir, de alguna forma somos hacedores del ser. La alegría que siento cuando ocurren determinados hechos o la tristeza que me embarga cuando suceden otros son alegrías y tristezas que nunca antes fueron y jamás volverán a ser. Las pone este modesto yo en la verdad existente, se crean conmigo y desde mí, pertenecen, desde el momento en que pasan, a una eternidad imborrable en la infinita memoria del ser. Son ontológicamente verdaderas.

Cada momento de la vida, desde la más insigne hasta la más mezquina, es un ejercicio de divinidad. No es que juguemos a crear, es que creamos de modo inevitable porque estamos humanamente vivos.

Esto es lo que para mí significa amar la vida. Nadie podrá decir hoy que soy un pesimista.

4 comentarios:

Montserrat dijo...

Cuesta encontrar un texto tan poético como el tuyo con una raices tan hondas. Me lo copiaré a mano, pues la copiadora solo entiende el negro sobre blanco y no al revés, y lo pondré en la mesilla de noche para leerlo a menudo.
Me da mucha alegria saber que amas la vida y quizá por eso la sientes tan de verdad en toda su grandeza. Con este ejercicio de divinidad, nos has transformado.
Has conseguido por ejemplo, que busque los diálogos de Platon, una edición de la colección Austral del año 1966 (decimocuarta edición desde 1938)hay algun subrayado todavia de mi madre, me ha encantado releer el banquete y en concreto el diálogo de Platon con Diotime.
Gracias porque a traves de tus entradas vuelvo a disfrutar de aquello que conocí tanto tiempo atrás.Mi madre leia mucho y admiraba a Ortega y Gasset, disfrutaba con la poesia y era bastante avanzada para lo que era costumbre en la época en que vivió: 1915-2002.

No me contestes nada, tu tiempo lo necesitas para preparar exámenes, corregirlos, y descansar un poco de tanta producción de "mieles y néctares", para este reducido grupito de fieles seguidores que agradecemos, las gustamos, y nos alimentan de verdad el espíritu.

Antonio Azuaga dijo...

En primer lugar, Montse, de nuevo muchas gracias. En segundo, no es necesario que lo copies a mano: si tienes Microsoft Word, selecciona, copia y, en un documento nuevo de Office, pincha en el menú “Edición”, luego en “Pegado especial” y aquí seleccionas “Texto sin formato”. Das a “Aceptar” y el texto debe aparecer sin problemas. Si tienes Open Office, el procedimiento creo recordar que es igual.

Un saludo; sin duda tu madre, al igual que tú, fue una gran mujer.

Montserrat dijo...

Muchas gracias y cúidate mucho, que los intensos finales de curso y los calores que hace tan exagerados, son una mala mezcla.
Has sido como un cometa fulgurante en mi trayectoria vital, con una fuerza tan grande, que puedes tomarte unas largas vacaciones, pues leyendo y releyendo tus blogs, especialmente el primero, tan denso en pensamientos y en poesias de toda índole, tengo tarea para unos cuantos meses.

Hasta pronto,

Montse

Antonio Azuaga dijo...

Gracias, y hasta cuando quieras.