lunes, 5 de marzo de 2007

Actos inútiles

A veces echa uno de menos las acciones inútiles en la vida, los actos sin reconocimiento, aplauso, logro o sentido; aquello que se hace sin que suponga una inversión de eficacia, que es mero empeño de la voluntad, decisión gratuita de ese rincón del alma que tenemos tan abandonado y que se llama (o se llamaba) generosidad. Por ejemplo:

Hacer algo extravagante, como embrazar una adarga o empuñar una lanza, firmemente decidido a acabar con todos los desafueros y entuertos que salgan al paso.

Hacer algo tan necio como pedir trabajo en la tienda del vendedor de recuerdos irreales y proponer ofertas especiales para los aquejados de melancolía.

Hacer algo “insensato”, como pegarle una patada al televisor (repárese que insensato va entrecomillado) o, para ser menos violento, sustituirlo por un ramo de rosas blancas (al principio, blancas para purificar el rincón; luego el color puede cambiarse si se desea).

Hacer algo heroico, como pelear constantemente con uno mismo y salir siempre victorioso.

Hacer algo absurdo, como sentarse a diario en el banco de un parque al atardecer y esperar que pase alguien que deseas que pase, sólo por verlo pasar, a sabiendas de que no lo hace por ti, de que nunca te va a dirigir la palabra… Y seguir haciéndolo, día tras día, pase o no pase.

En fin, hacer algo tan prescindible como escribir este blog y otras cosas que uno escribe.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Podría apostillar cada una de tus frases, suscribirlas, discutirlas un poquito, enfadarme con ellas... pero sería tan inútil y tan prescindible que decido no hacerlo. Al fin y al cabo, amar es lo más prescindible, absurdo, heroico, insensato sin comillas, necio, extravagante, inútil y generoso que hacemos. Y así nos va, para bien y para mal.

Anónimo dijo...

Admirado e "inútil" pensador: perder el tiempo leyendo tu blog es mi primer acto extravagante de la mañana. Aún no ha amanecido de manera que tengo tiempo para algunos más.

Anónimo dijo...

Más heroico aún es combatir constantemente con uno mismo, salir derrotado y, aun así, volver al combate.

Antonio Azuaga dijo...

Tienes razón; pero, si el combate es constante, ¿quién es el uno victorioso y quién el uno derrotado?
Me parece que nos pasamos la vida luchando con los sueños. De qué parte caiga la derrota, depende de la parte que más nos creamos.