lunes, 12 de marzo de 2007

La otra inteligencia

No sabe uno por qué a veces sabe que algo determinado va a suceder. No me refiero, desde luego, a ningún fenómeno paranormal, sino a una experiencia bastante común: ese proceder inconsciente capaz de establecer nexos causales entre los acontecimientos muy por debajo de la superficie de los mismos; algo así como leer entre las líneas de la vida o como descubrir los entimemas que concluyen los hechos y cuya premisa mayor son nuestras preocupaciones. Quizá se trate de las razones aquellas del corazón pascaliano o de una inteligencia, nada estudiada, el cuerpo de cuyos juicios lo forman los sentimientos y no los conceptos.

El caso es que su proceder nos sorprende; y nos sorprende porque estamos hipotecados en exceso por esa otra razón, la razón físico-matemática, de que tanto se quejaron Nietzsche y Ortega. Lo cierto es que la conclusión de dos hechos es enteramente contradictoria según se analicen éstos como ideas o como emociones. En el día a día, lo verdaderamente inteligente sería considerar este segundo análisis, pero lo normal es que nos dejemos llevar por el otro. Por eso no entendemos casi nada a los demás ni, incluso, a nosotros mismos. Nos juzgamos como procesadores, no como almas.

Sabemos más de lo que suponemos saber; o, para rizar el rizo, de lo que queremos saber. Quiero decir que, cuando la conclusión sabida por esa segunda inteligencia no es la querida por nosotros, delegamos las argumentaciones en la lógica habitual para poder lamentar los resultados como algo inexplicable. Cuando, por el contrario, nos dejamos llevar por aquélla, nos sorprende que ocurra lo que habíamos previsto (favorable o no a lo que deseábamos) y decimos haber tenido una corazonada.

No hay corazonadas, hay razones de la sinrazón (¡otra vez tú, viejo hidalgo!). Y las conocemos, aunque nos duelan.

1 comentario:

Montserrat dijo...

Esa otra inteligencia de la que hablas, no es nada frecuente, pero los que le hacemos caso, aún sin entenderla, tenemos mucha ventaja.

Jamás hubiera imaginado poder leer tantas cosas que me ocurren o me han ocurrido, escritas por otra persona que no fuera yo misma.

Debo decirte que también me rio con ganas en más de alguna entrada, con fino sentido del humor. Ahora me viene a la memoria la de la holoturia y sus comentarios, ja,ja! eres una fuente inagotable de sorpresas de todo tipo.