jueves, 15 de marzo de 2007

No ser nunca

Quizá hubiera tenido hoy varias anécdotas para tomar como pretexto de estos apuntes: las peculiares “diferencias” entre un mirlo y una urraca, que esta mañana llamaron mi atención; la luz del atardecer al regresar a casa, que una vez más se me ha puesto en la cruz del parabrisas (tenía un no-sé-qué de incómodos augurios); las pocas cosas que, en el fondo, se necesitan para vivir sonrientes (dejemos aparte lo de “felices”); la extravagante muerte de las estrellas en el prólogo de su luz última… Pero la verdad es que empiezo a sentir el aburrimiento de las autopistas que ya sabemos a dónde conducen y el cansancio de los relojes ante su hora indiscutible. Vamos, que estoy perdiendo las ganas de las palabras.

Aunque parezca contradictorio, lo preferible hoy es un poema:


Hoy ha vuelto otra vez a no ser nunca,
a ese horror indecible de las horas
que pasan sin pasar, que no son nada
más que curso vacío de la vida.

He sentido su tránsito implacable
latir sobre palabras sin sentido;
barahúnda de verbos, de pronombres,
de adverbios, de adjetivos. Hoy ha vuelto
la otra cara del tiempo a malmirarme,
a callar, desdecir, fingirse ausente;
a negarme un instante una sonrisa;
a cruzar sin memoria por las cosas.

Hoy ha sido otra vez un día más,
innecesariamente más; un día
de opacidad terrible, de tristeza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta el poema. Entre "a no ser nunca" y "a ser nunca" se mueve todo. Al ser, realmente, le queda poco espacio.

Antonio Azuaga dijo...

Me resistía a contestar para no abundar en puñeteros pesimismos, pero no he podido evitar la tentación. Al ser le queda, en efecto, "poco espacio"… y poco tiempo. En realidad, "le queda" no ser.