viernes, 9 de marzo de 2007

"Literaturizar" la vida

Me han venido hoy a la memoria unas maravillosas tertulias de juventud en que corrían parejos el coñac y las odas, la cerveza y los sonetos, empuñados todos con el brío de los pocos años y la resolución de los muchos sueños. Alguno de los que tan cariñosamente han visitado estos atardeceres se reconocerá sin dificultad entre los que nos sentábamos en aquella cafetería, entre el humo del tabaco y el don de la ebriedad, junto a un pequeño parque de Madrid que sabe más de nosotros que nosotros mismos. Como algún viejo amigo dijo, se nos iban las horas literaturizando la vida. Eran días de verso por minuto, de estrofa pergeñada en servilleta de papel, de portentosas calabazas recibidas de la hostil musa de turno… Y todo, todo cuanto sucedía, se calzaba al instante los poemas más inflamados de la Historia.

No pretendo ponerme nostálgico (aunque me estoy poniendo), únicamente comprobaba hasta qué punto los años han confirmado lo que dijo aquel amigo y han hecho que la vida haya literaturizado todos mis días. Hasta qué punto ahora, en la cuesta abajo, como en el tango, no me sigue ocurriendo lo mismo; con menos tiempo (muy poco ya, sin duda), con menos brío, sin ningún horizonte; pero… ocurriendo. Hasta qué punto podría dejar de mirar el mundo a través de estas literarias lentes, no muy buenas, aunque ya indistinguibles de mis ojos. Hasta qué punto podría dejar de cantar sin morirme o, parafraseando a Neruda, si dejaría de cantar, aun muriendo de repente.

Y la verdad es que lo he comprobado: a pesar de la edad, no tengo arreglo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Algo vale que no tienes arreglo!

Antonio Azuaga dijo...

Tú tampoco, así que... ¡no presumas!

Anónimo dijo...

Por fortuna don Antonio, por fortuna...