martes, 11 de marzo de 2008

La imaginaria del alma

¡Qué le vamos a hacer! Se me ha dicho, y es cierto: soy incorregible. O me pasa aquello de Neruda, que ni muerto podré dejar de cantar. Vamos con otro “digamos que es una prueba”…

Si aún queréis, insisto aquí: La imaginaria del alma

miércoles, 5 de marzo de 2008

Laberinto de...

Pues ya está: son mis trescientas, mi laberinto de confusiones, o de confesiones si se prefiere. Se trataba de dar voz a estos pequeños agobios que con los años dificultan la respiración, de abrir la ventana porque el cuarto del alma olía a cerrado. Eso ha sido todo, pretensión de tomar aire. O de seguir el juego de inventarme que interrumpí tras la infancia. Llevo un año jugando con un gato que me arrimó a sus fantasías cuánticas, con un peculiar Mr. Hyde que saltaba por mis sótanos y con un entrañable “caballero” que, al cabo, es al que más he llegado a querer. Y palabras, palabras, palabras, con esa cuota creciente de sombras que llevo dentro. Y con vosotros, entrañables visitadores, que, a veces, adornasteis mis entradas con destellos lejanos, como de estrella que envía un signo de racionalidad remota a la vigilia permanente de un viejo radiotelescopio. Era como saber que había alguien ahí fuera, buena gente dispuesta a acompañar, a consentir la dosis diaria de un ensimismamiento ajeno.

No sé si quiero volver. Probablemente sí, pero no estoy seguro. De momento, confieso mi cansancio. Me daré un tiempo, unos días, unas semanas… Unos meses, sería demasiado. En cualquier caso, debería cambiar algunas cosas. Muchas probablemente. Veré si soy capaz.

El caballero inactual también ha querido despedirse. Se ha empapado la garganta con tres copas de un jerez oloroso, que guardo para “las ocasiones”, y me ha cantado estas soleares con voz turbia:

De memoria estoy viviendo,
de ya saberme la vida
de memoria, y en silencio

para que no se me note
que no hago por no pensarla
cuando es de noche la noche.

¡Y el día, allí en la memoria,
cargándome las espaldas
de confusiones y sombras!

De memoria y carrerilla,
como si fuera la tabla
de confesión de la vida.

O la lista innumerable
de soles sin mediodía
que fue nublando la tarde.

O la lección no posible,
que nunca estuvo en un libro,
para aprender a morirse.

De memoria estoy viviendo.
O quizá, sin darme cuenta,
de vivir me estoy muriendo.


A vosotros, de verdad, gracias.

martes, 4 de marzo de 2008

Días de más

Me lo dictó el “caballero sin día” hace cinco años:


Cuento los días y las horas. Cuento
este absurdo intervalo que me queda
para hacer de los sueños almoneda
y en ruinas declarar el pensamiento.

Este pensar que ha de arrastrar el viento,
hojarasca de un hombre, polvareda,
nada, silencio que el silencio hospeda,
verbo que no lo fue sino un momento.

Qué tonta crueldad la de la vida:
amanecer un día, despertarse,
amar, creer, pensar… Dormirse luego.

Y comprar un reloj a la medida
cuando el alma comienza a desgarrarse
sin sueños, sin aliento, sin sosiego.

(marzo 2003)

lunes, 3 de marzo de 2008

El amor a uno mismo y...

Todo actor interpreta al actor que lleva dentro, al igual que cada uno de nosotros lo hace con el yo de que se piensa depositario. Pero también, desde esa inevitable interpretación nuestra, no hacemos otra cosa que intentar interpretar al que tenemos delante. Aunque se trata de dos interpretaciones distintas: una, la propia, es escenificación; otra, la ajena, pura hermenéutica. Por la primera ocultamos, por la segunda queremos desvelar. Es decir, tapamos en nosotros lo mismo que pretendemos sacar al aire en los demás.

¿Cómo sería un mundo en el que se invirtieran los destinatarios de esos dos empeños?, ¿un mundo en que el esfuerzo de la interpretación se orientase a que cada quien buscara descifrarse a sí mismo, y cada cual se afanase en fabular la virtud en los otros? De entrada, sería un mundo raro; de salida, un mundo inhóspito. Tan inhóspito, que todos y cada uno, luego de descubrir los límites de su insignificancia, acabaría por encontrar la significación de cada uno y todos los demás. ¡Rarísimo e inhabitable! Para nosotros, naturalmente. Sin embargo, es la única forma de entender lo de “amar al prójimo como a uno mismo” y “a Dios sobre todas las cosas”.

A lo mejor por eso, el reino está en otra parte y nosotros aquí (yo, el primero), convencidos de que el símil “como a uno mismo” quiere decir que uno es el paradigma de las maravillas y que lo que se debe hacer es desvelar parejos prodigios en los demás.

A veces, parecemos tontos… O lo somos siempre.

El chopo y el "carpe diem"

Yo no sé si habrá sido por la pereza del pasado otoño, por aquel carácter tardo-melancólico que le atribuí (esa vagancia de distraer la ocupación pendiente hasta el momento inevitable), o por el síndrome del viejo verde con que pareció nacer este tibio invierno que, en cuanto ha podido, se ha adornado con soles y afeites impropios de su edad; el caso es que, en el chopo que hay por frente a mi ventana, se ha obrado un prodigio del que yo, por lo menos, no guardo memoria: unas cuantas hojas de la generación pasada, quiero decir de las que aún verdeaban cuando octubre no quería ser octubre, han resistido los escasos rigores del último solsticio y se han topado, de boca y manos, con una multitud de insolentes brotes, de esos que traen la savia fresca y las ganas de tirar a espada con la luz, y con su propia sombra si se tercia.

He estado observando, largamente, durante el atardecer de este domingo, ese árbol de extraños ayeres y mañanas simultáneos. Y he reparado en una de las hojas de la generación perdida, que se agarra a la rama con la desesperación de la memoria al tiempo. Autoritaria y severa, se inclina sobre la juventud verdiblanca de una yema nueva como diciéndole aquello de como te ves, me vi; como me ves te verás. Claro que la otra parece responderle con crueldad desvergonzada: como me ves, no te volverás a ver jamás... Y he pensado, no lo he podido evitar, en Garcilaso:

…Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

Y en Quevedo:

Tu edad se pasará mientras lo dudas;
de ayer te habrás de arrepentir mañana…

Y en Góngora:

…se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Y en Juana de Ibarbourou:

…Hoy, y no mañana. Oh, amante, ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

Y…

He cerrado la ventana; luego he empezado a escribir. Esto del carpe diem botánico me ha llenado, hablando humanamente, de nostalgia.

sábado, 1 de marzo de 2008

Las rosas en el cementerio

Porque mañana es mañana, porque mañana, dos de marzo, tiene que ser un aniversario; para que lo leas y esta noche, a las once, me digas por teléfono si te ha gustado. Aunque ya sé lo que me vas a decir.


A mi madre



Se han quedado sombrías, silenciosas,
en el pretil de tu última ventana;
dentro del mundo y de la pena humana,
dentro del tiempo, rosas entre rosas.

Mas tú no estás allí; son tendenciosas
las voces que lo dicen; es malsana
la intención de pensarlo, es inhumana…
Tú no estás donde estaban esas rosas.

Tú estás en mi teléfono a las once,
puntüal, como siempre te sabía,
hablándome de luz y de grandeza;

no tras ese balcón de falso bronce,
debajo de la cifra de ese día
que, amanecido adiós, durmió en tristeza.

(1 marzo 2008)