lunes, 3 de marzo de 2008

El chopo y el "carpe diem"

Yo no sé si habrá sido por la pereza del pasado otoño, por aquel carácter tardo-melancólico que le atribuí (esa vagancia de distraer la ocupación pendiente hasta el momento inevitable), o por el síndrome del viejo verde con que pareció nacer este tibio invierno que, en cuanto ha podido, se ha adornado con soles y afeites impropios de su edad; el caso es que, en el chopo que hay por frente a mi ventana, se ha obrado un prodigio del que yo, por lo menos, no guardo memoria: unas cuantas hojas de la generación pasada, quiero decir de las que aún verdeaban cuando octubre no quería ser octubre, han resistido los escasos rigores del último solsticio y se han topado, de boca y manos, con una multitud de insolentes brotes, de esos que traen la savia fresca y las ganas de tirar a espada con la luz, y con su propia sombra si se tercia.

He estado observando, largamente, durante el atardecer de este domingo, ese árbol de extraños ayeres y mañanas simultáneos. Y he reparado en una de las hojas de la generación perdida, que se agarra a la rama con la desesperación de la memoria al tiempo. Autoritaria y severa, se inclina sobre la juventud verdiblanca de una yema nueva como diciéndole aquello de como te ves, me vi; como me ves te verás. Claro que la otra parece responderle con crueldad desvergonzada: como me ves, no te volverás a ver jamás... Y he pensado, no lo he podido evitar, en Garcilaso:

…Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

Y en Quevedo:

Tu edad se pasará mientras lo dudas;
de ayer te habrás de arrepentir mañana…

Y en Góngora:

…se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Y en Juana de Ibarbourou:

…Hoy, y no mañana. Oh, amante, ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

Y…

He cerrado la ventana; luego he empezado a escribir. Esto del carpe diem botánico me ha llenado, hablando humanamente, de nostalgia.

2 comentarios:

samsa777 dijo...

" [...]Que os salven, no. Mirad: la lavandera
de río, que no lava la mañana
por no secarla entre sus manos, porque
la secaría como a ropa blanca,
se salva a su manera. Y los otoños
también. Y cada ser. Y el mar que rige
sobre el páramo. Oh, no sólo el viento
del Norte es como un mar, sino que el chopo
tiembla como las jarcias de un navío. [...]" Claudio Rodríguez

Antonio Azuaga dijo...

Y, también Claudio Rodríguez:

“Cómo veo los árboles ahora.
No con hojas caedizas, no con ramas
sujetas a la voz del crecimiento.
Y hasta a la brisa que los quema a ráfagas
no la siento como algo de la tierra
ni del cielo tampoco, sino falta
de ese color de vida con destino”…