sábado, 1 de marzo de 2008

Las rosas en el cementerio

Porque mañana es mañana, porque mañana, dos de marzo, tiene que ser un aniversario; para que lo leas y esta noche, a las once, me digas por teléfono si te ha gustado. Aunque ya sé lo que me vas a decir.


A mi madre



Se han quedado sombrías, silenciosas,
en el pretil de tu última ventana;
dentro del mundo y de la pena humana,
dentro del tiempo, rosas entre rosas.

Mas tú no estás allí; son tendenciosas
las voces que lo dicen; es malsana
la intención de pensarlo, es inhumana…
Tú no estás donde estaban esas rosas.

Tú estás en mi teléfono a las once,
puntüal, como siempre te sabía,
hablándome de luz y de grandeza;

no tras ese balcón de falso bronce,
debajo de la cifra de ese día
que, amanecido adiós, durmió en tristeza.

(1 marzo 2008)

14 comentarios:

Anónimo dijo...

"Me resulta completamente imposible leer en una pantalla de ordenador. Lo lamento. Soy del tiempo del libro, del papel. Uno puede dejar caer una lágrima sobre la página. Es más difícil dejar caer una lágrima sobre un ordenador. Creo que el libro todavía va a durar". Pobre Saramago que no conoce este hermosísimo blog lleno de lágrimas de autor y de dolientes lectores. Un abrazo, Antonio.

Antonio Azuaga dijo...

Gracias, Diego; hermosa referencia, mucho más hermosa compañía.

Anónimo dijo...

Nadie más presente que quien queremos y no está. Enhorabuena, Antonio.

Antonio Azuaga dijo...

Gracias, Julio; y, sin duda, es por eso por lo que incluso se habla más con ellos que cuando estaban.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hace pocos días, mi hijo, que acaba de cumplir cuatro años, se me quedó mirando y me dijo : “Mama, te quiero… ¡catorce!” Dado que sólo cuenta sin dudar hasta cinco y luego viene un revoltijo de números al final de los cuales siempre dice catorce, eso significa que me quiere un montón, muchísimo, no sé, lo máximo. Ese pellizco en el corazón, del que él no guardará ni el recuerdo, es una de las cosas mejores de mi vida. Estoy segura de que lo que tú recuerdas de tu madre no agotará ni de lejos lo que le harías sentir miles de veces, ni lo que habrá sentido hoy.
Pronto llega la primavera y las rosas dejarán de ser asunto de tiendas y cementerios para volver a estar en todos los rosales. Ésas, para tu madre. También hace pocos meses murió mi abuela, y apenas a los treinta días le siguió mi abuelo. Con la aceptación de las cosas y la vida que se renueva sin tener en cuenta, afortunadamente, ninguno de nuestros dolores, la tristeza no desaparece pero se puede ir haciendo más dulce.
Bueno, sólo quería mandarte un trocito de “El salmo de las rosas”
“Hubo un tiempo en que yo creí perdido todo.
Pero vuestra constancia no se enteró siquiera
y seguisteis viniendo a acariciar mi frente
y a decirme que el mundo seguía estando intacto”.
Betty B.

Antonio Azuaga dijo...

Muchísimas gracias, Betty B., por tus palabras.
Por cierto, lo que tu ternura de cuatro años guardará de ese “pellizco” es lo que, también Valverde, diría mucho mejor que yo:

“Me llevaré tu imagen solamente.
Tú no puedes saber lo que vale un recuerdo,
una imagen suavísima a través de los años,
que apenas recordamos cómo era,
pero, de pronto, surge en medio de lo triste,
como un dulce relámpago;
no con su rostro, no con sus facciones,
sino con una mezcla de sonrisa y mirada
en forma de luz de oro,
de luz de dicha antigua, de inocencia,
de lo que no hallaré, del fondo de mis sueños;
luz de origen, de Dios.”

samsa777 dijo...

La ausencia es más tangible que la presencia. Lo espectral y desvaído es siempre lo cotidiano, la realidad iluminada por lo anodino. Qué hermoso es tu texto.

Un fuerte abrazo

Antonio Azuaga dijo...

Muchas gracias, Fran. Es verdad; la voz que más se escucha es la que más difícilmente se oye: hace crecer nuestro deseo de entenderla.

lara dijo...

Este me gusta más por varias razones, una de ellas que yo también quería mucho a mi "yaya" y que me gustaría que estuviera aquí entre nosotros para poder leer este poema. No es sólo por motivos afectivos sino que me gusta más ya que es el mejor y si algún día tienes que publicarlo acuerdaté de incluir este poema que seguro tendrá un éxito notable. Besos de tu hija que te quiere.

Antonio Azuaga dijo...

Muchas gracias, Lara: ya sé que vosotras también la recordáis.

Un beso.

L.N.J. dijo...

Esos días, esas horas y esos recuerdos yacentes que dejaron de existir, duelen. Pero como reviven en nosotros mientras vivimos y recordamos los vivos a los muertos.

Saludos.

Será mi próximo poema, para revivir nostalgias.

Antonio Azuaga dijo...

Muchas gracias, Lou. Me emociona comprobar que este poema sigue viviendo en la lectura de otros ojos: de alguna forma, hace revivir a mi madre.

Un saludo.

L.N.J. dijo...

En las llamadas de teléfonos, las que nombras, me acordé de mi padre. Llamó para felicitarme el día de mi santo, lo dejé grabado en el teléfono durante meses.

Pero todo tiene su final y parece ser que estamos aquí para seguir esas pequeñas costumbres que jamás deberían perderse, ( costumbres sencillas y cariñosas ).

Gracias Antonio.

Antonio Azuaga dijo...

Todavía sigo con la costumbre, Lou, aunque el dos de marzo pasado hizo cuatro años que mi madre nos dejó.

Gracias de nuevo.