jueves, 8 de marzo de 2007

Saber callar

Tan acostumbrados estamos a invadir el mundo de sonidos, que solemos prescindir de la poderosa seducción del silencio. A menudo recordamos aquello de que una imagen vale por mil palabras; olvidamos, sin embargo, que un silencio oportuno, en el lugar oportuno, vale por muchas más. Callar, a veces, es más elocuente que la más elegante retórica; más contundente que el razonamiento más elaborado. En ocasiones, hablamos para transmitir, callamos para comunicar; por lo primero, transferimos una información o un sentimiento; por lo segundo, simplemente lo hacemos común. Cuanto se dice se somete a las reglas convencionales del lenguaje, lo que se calla queda en el reducto de lo que Kant llamaría puro, es decir, sin contenido, pero indispensable para que se pueda decir lo que no se dice.

El silencio sobra cuando la cortesía exige establecer puentes entre quienes se desconocen, hiere cuando quedan cosas por proclamar que no se han proclamado, mata cuando denuncia sin querer, o no logrando no querer, una mentira... Pero el silencio sabe de otros foros más idóneos; a veces la tristeza, a veces todo lo contrario; momentos, por lo general, en que un sentimiento extremo se niega a convertirse en ningún símbolo que pueda disfrazarlo; momentos en los que cualquier locuacidad es impertinente, si no cruel. Entonces, el silencio es capaz de recorrer geografías y perfilar mapas en el alma que las palabras más excelentes jamás recorrerían.

Por desgracia, yo creo que hoy se habla mucho y mal. Y se calla poco… y peor.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre he pensado que el parloteo incesante de ciertos actores no mueve los corazones del público; mueve sus culos. Por el contrario, sólo a través del silencio se nos muestra la historia no escrita del personaje. Silencio que se extiende como un manto por la sala y, por unos segundos, público y actor son uno.

Antonio Azuaga dijo...

Dices verdad; y es que el teatro, ese teatro al que sigues tan fiel, es como la vida misma.

Máster en nubes dijo...

Entonces, silencio mejor. Glup.
Buenas tardes y un beso.
Aurora

Antonio Azuaga dijo...

Muchas gracias, Aurora, por velar estas pobres palabras mías que el tiempo aleja.

Un beso.

Máster en nubes dijo...

Que va, gracias a ti.

Y por favor, dime si soy pesada, el undécimo no molestar.

Me encanta pasearme por aquí, es como hacer un aparte con alguien.

Entro con Olimpia, nos damos una vuelta primero fuera por el campo y luego por aquí, y se me alegra el alma, así es.

Un beso, Antonio, o sea, otro.
Aurora

Antonio Azuaga dijo...

¿Molestar? ¡Por Dios, todo lo contrario! Quedo encantado si esto, tan "oscuro", te alegra el alma.

Besos (y una caricia para Olimpia).