viernes, 30 de marzo de 2007

El triunfo de la entropía

Me preocupa la distorsión bajo la que, últimamente, veo esa cosa exterior que llamamos mundo real. Es una percepción que se queda a mitad de camino entre un paseo por el Callejón del Gato valleinclanesco y una visita a los “Caprichos” de Goya. Lo sensato sería preguntarme, antes que nada, por la salud del ojo que así observa o la razón que de tal modo examina. Sin embargo, no tengo la menor duda de que la distorsión procede de lo otro, de lo ajeno, de lo dispar. Además, si hace unos días tildé de insensatez a todo el universo, no podría aspirar esta insignificante mónada a ser más que su continente configurador. Me quedo y apropio el excelente apelativo de insensato que inútilmente critica la creciente entropía de la sociedad en que vive (o muere, que para el caso es lo mismo).

Es, ya lo sé, una batalla perdida. La tiene como tal la Física y la hemos visto, repetidamente, desbaratar imperios y culturas a lo largo de la Historia. Es la fatal tendencia al desorden; a la amorfa y gélida igualación de la energía en la naturaleza; al informe y aterrador relativismo en la moral, en la justicia, en el arrojo para defender el valor contra el desvalor, la belleza frente a la fealdad, la ciencia ante la opinión. Es el no estar seguros de nada y pidiendo perdón por casi todo. Es la humildad mal entendida como rendición, como miedo, como cobardía.

La verdad es que, si pienso como especie, no tengo por qué preocuparme: pronto seremos sustituidos por culturas más vigorosas, más convencidas de sí mismas. Y es que el convencimiento es energía real, estallido de vida que no repara en idiotas disquisiciones.

Desgraciadamente, sólo puedo pensar como un hombre envejecido desde una envejecida grandeza a la que echa de menos.

1 comentario:

Montserrat dijo...

No sé si lo entiendo bien , pero podria decir que esto es algo como:

Vivir muriendo, con destino incierto
hacia un desorden siempre en aumento,
saberse solo enmedio de un desierto
y amar,sentir,muriendo en el intento.