jueves, 29 de marzo de 2007

La viajera

(Caros amigos, no están hoy las ideas nada lúcidas y, por si fuera poco, tengo hinchado y dolorido el dedo corazón, que es el que uso en el teclado: esta mañana, en un ataque de “impaciencia masoquista” le he pegado un puñetazo a una columna. ¡Ya me conocéis! Así que tiro de archivo y os castigo con otro poema. No creo que os cueste trabajo averiguar quién es "la viajera").


En tu caso prefiero no saberlo,
no impacientar las horas con preguntas,
no saber el andén que te demora,
o tu alada impaciencia, o tu premura.
En tu caso es mejor que, de improviso,
suene el timbre de casa y luego tú,
en el umbral, de pronto, de mi puerta
me digas lentamente: “ya he venido”.

No quiero los relojes en vigilia
inquietante para saber que es antes,
que es ahora, o después, o que te faltan
tres o cuatro estaciones; ni si tienes
o no que repostar una vez más
porque no has planeado bien el viaje.

En tu caso no quiero que un teléfono
me advierta o te defina o me prevenga.

Y así un día, cualquiera, el que tú quieras,
sin advertencia ni anterior palabra
–como vino el amor, como la vida
y poco más de lo que igual importa–,
aparezcas en casa de improviso
para que yo te hospede para siempre.

1 comentario:

Montserrat dijo...

No has puesto la fecha en el poema como otras veces sueles hacer.
No sé si debo preguntar, pero lo hago:

¿Cuando pergeñaste este poema, que dices que es de archivo, ya pensabas todo lo que ahora expones con ese crudo realismo en "nocturno demencial" por ejemplo?