Me pareció absurdo.
Había frente a mí una inmensa llanura y al fondo, rompiendo la previsible monotonía del horizonte, una cadena de montañas grandiosas. Un camino cruzaba la llanura y una puerta se cruzaba en el camino.
Me pareció absurdo: ¡quién pone puertas al campo!
Atravesé la puerta… Y no había camino ni llanura ni montañas.
– ¡Qué tontería!, me dije.
Y di media vuelta...
Y ya no había puerta, ni llanura, ni camino… Ni grandiosas montañas.
Había frente a mí una inmensa llanura y al fondo, rompiendo la previsible monotonía del horizonte, una cadena de montañas grandiosas. Un camino cruzaba la llanura y una puerta se cruzaba en el camino.
Me pareció absurdo: ¡quién pone puertas al campo!
Atravesé la puerta… Y no había camino ni llanura ni montañas.
– ¡Qué tontería!, me dije.
Y di media vuelta...
Y ya no había puerta, ni llanura, ni camino… Ni grandiosas montañas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario