miércoles, 16 de mayo de 2007

Nieve oscura

Lo he descubierto en un rincón de esta ventana a que me asomo cada día para contemplar los irreales atardeceres de todas las almas, incluida la mía. Parece el cristal hexagonal, precioso, de un inconmensurable copo de nieve; una nieve oscura, rodeada de claridad, centrada en claridad, salpicada de brillantes y lejanos diamantes estelares. Leo que está a una distancia de años luz intratable para toda la historia del hombre, para la vida incluso del planeta que pisamos, y que tiene un diámetro veinte veces mayor que nuestra Vía Láctea. Leo que lo ha visto el ojo frío e insomne de una máquina que viaja más allá de las nubes que nos llueven para mi gozo y el enfado ajeno. Es el "Hubble". Lo otro, un copo de nieve negra, perdón, quiero decir un anillo de materia oscura.

¿Qué es esta noche de la materia? ¿Es acaso un amanecer de almas? ¿Es la antítesis de lo que tocamos la tesis de lo que no vemos aunque exista? Mide la ciencia efectos, detecta alteraciones, especula travesuras en perspectivas esperadas; mide lo que descubre, aventura causas. Y les pone nombre (materia) y apellido incluso (oscura). Y observa, observa, observa… Cuando se topa al fin con el suceso –el travieso suceso especulado–, confirma, certifica, extiende la partida de nacimiento de su hipótesis, que crecerá feliz en calidad de ley y envejecerá, tal vez, en piel de teoría.

Pero ¿qué hace la ciencia bendiciendo oscuridades? Dicen que esta materia, que casi no es materia, es como un “pegamento gravitacional” que impide que las galaxias se diluyan en un polvo sombrío. Entiendo, pues, que la luz es luz gracias a la no-luz; o lo tangible, tangible gracias a lo no-tangible; o lo corpóreo, corpóreo gracias a lo no-corpóreo. Pero, cuidado, si este precario ser inexplicado alcanza ciertos índices, los días del orden están contados: todo será engullido nuevamente por esa nieve negra que invade el universo. Volveremos a un “punto singular” donde todo es indefinición, y caos, y olvido.

Curiosa conclusión después de tanto polvo echar sobre la vieja filosofía. A mí me parece que estoy oyendo a Anaximandro; incluso, si apuro el proceder, a Tomás de Aquino.

Ya sabía yo que no era el único que andaba por aquí contando sombras.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Acabaremos presocráticos perdidos!

Anónimo dijo...

Está bien eso de la materia oscura. "Contra más haiga" mejor. Lo del equilibrio termico y la muerte fría del universo me da algo de repelús (dichosa entropía que no deja de dar por saco con su ambición)). Un buen "Big Crunch" es mucho mejor. Ademas incluso podría resultar que Nietzsche tuvo razón, despues de todo.

Antonio Azuaga dijo...

En ese caso haremos del tango “Volver” el himno del universo. De entrada, “se vuelve” a decir lo que de algún modo ya se dijo. Lo del “eterno retorno” tiene cierta gracia literaria, pero tampoco me convence mucho eso de ser una sola película en sesión interminablemente continua. Me gusta, ya lo sabes, mucho más Everett: es más ambicioso, es más totalidad. Además, no está nada claro eso de que cada Big-Bang reprodujera lo mismo.