miércoles, 2 de mayo de 2007

Debajo de las nubes y la lluvia

Llueve y –qué pesado soy– me entusiasma. Parece que lo digo para fastidiar a los que no les gusta; pero no: simplemente es algo que me pasa, como a otros les pasan otras cosas. Detrás del monitor, ya lo dije, tengo el cuadro de Claudio de Lorena. Y detrás de Lorena, el muro que soporta a Santa Paula en el puerto de Ostia. Y al otro lado, la noche, gris rosada, sobre un patio del que me llega el sutil zapateado de la lluvia.

Llueve. O tal vez ya no. Nada oigo tras la pared por la que Santa Paula se dispone a viajar a Tierra Santa. Quizá no llueva ya. Pero ahí, del otro lado, más allá de los tabiques de que cuelgan los cuadros de mi alma, hay cientos de lucecitas en decenas de muros que protegen incontables sonrisas; unas durmiendo, otras encendidas; éstas de reciente estreno y sin memoria, aquéllas de memoria sobre acostumbrado aplauso; unas novicias, de recién nacido, antañonas otras en el refugio de su nostalgia; aquí próximas, allá remotas… Por todas partes, donde quiera que oriente esta alerta imaginada de cazador remoto que me queda, siento el frágil susurro de millares de sonrisas. No sé dónde se guardan, ni quién las inaugura, ni por qué se producen, ni a quién se dedican. Pertenecen a un niño y a su madre, o a dos amantes imprevistos, sorprendidos de haberse enamorado o haberse vuelto a amar después de mucho tiempo; pertenecen a un anciano que ha tenido una llamada telefónica inesperada o esperada sin suceso largos años… Son sonrisas de la vida que sabemos que están, pero ignoramos dónde. Igual que le ocurría a Juan Ramón (¡ya, quién se acuerda!) con el ilocalizable canto de sus pájaros:

Cantan, cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?
Llueve y llueve. Aún las casas
están sin ramas verdes. Cantan, cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?...

Pienso la noche estrellada de alegrías innumerables debajo de las nubes y la lluvia. Vamos, que no soy pesimista, o “negativo” como se dice ahora. Que no.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Visto lo visto, claro que no. Cualquier pesimista habría levantado los tejados de las casas para mostrarnos las miserias que todos conocemos.

Antonio Azuaga dijo...

¡¡¡Diablo cojuelo!!!

Anónimo dijo...

Exacto.

Anónimo dijo...

Como tú mismo dirías:¡bendito sea Dios! ¡Qué agradable es volver al color negro del monitor para encontrar tus atardeceres! Y encima con una sonrisa entre lineas....