martes, 8 de mayo de 2007

Nacidos de otro tiempo

Uno puede vivir entre los otros con una normalidad “de libro”: hablar y sonreír, entusiasmarse, entristecerse a veces, vestir como se viste sin llegar a la extravagancia y tener “sus rarezas” como todo el mundo. Uno puede parecer estar entre los otros con impecable ortodoxia y, sin embargo, saber de sí que es una bestia extraña, un animal distinto; no por nada genial que lo engrandezca ni por nada espantoso que lo anule, sino por ser ramaje de otro árbol.

La mayoría de la gente nace cuando debe, hay otros que se encuentran en un lugar o en un tiempo indebidos. Les falla lo que Ortega diría que es la circunstancia, el parámetro histórico o geográfico en que ocurren, en que se encuentran de pronto. No se sienten mejores ni peores, ni injustamente tratados ni indebidamente reconocidos (quienes creen tales cosas suelen estar donde debieran); ellos sólo descubren que su brújula indica un norte diferente, que no tienen que ver con lo que ven a diario, que se han pasado de historia o se han quedado cortos. Por eso no hay alarde ni lamentación constantes en su vida, pero sí un silencioso desconcierto. No se dan cuenta de estas cosas al principio, cuando son jóvenes, sino más tarde, cuando tienen ya tejido gran parte del mantel de su vida, cuando comprueban que el bordado de su existencia se acomoda poco o nada a lo usual del banquete al que asisten. Y, desde luego, no se imaginan por encima de nadie ni de nada porque, si no son excesivamente tontos, saben que la punta del iceberg se avista en todos los mares y las piedras se hunden por igual en cualesquiera aguas.

Por lo general son fieles de una religión, no reconocida en parte alguna de este mundo, fundada por Unamuno hace una centuria y cuyo profeta mayor es Don Quijote, que ha sido el más grande de los nacidos en tiempo y en lugar inadecuados, aunque empeñado en corregir contra curas y barberos, quiero decir, viento y marea, su injusto desarraigo.

Como vivimos días de preocupación por criaturas marginales, reivindico alguna consideración, que no prebenda, para quienes nacieron tan fuera de donde debían.

Sé de “consideraciones institucionales”, en mi opinión, bastante menos justificadas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Bravo, Antonio! Bien se merece sentar Jurisprudencia Constitucional la causa de no discriminación, entre otras razones, el nacer fuera de tiempo. Claro que... bien pensado ¿quien nacido fuera de este tiempo iniciaría un pleito en este tiempo? Me temo que tu petición no va a ser acogida. Tampoco importa.

Anónimo dijo...

Imagínate: dentro de uno o dos siglos, quizá habrá alguien que se sienta marginado de su tiempo, que sienta que no ha nacido en el cuándo que debía... y que su referencia sea, por decir una fecha, 2007!!!

Antonio Azuaga dijo...

Es evidente, por su final, que el texto tenía vocación irónica: hay gente que no se siente bien con su cuerpo, lo que, físicamente hablando, corresponde a las tres dimensiones tradicionales del espacio; pues yo no me encuentro a gusto con mi tiempo, que, según la Relatividad, es la cuarta dimensión de aquél. Creo que tengo tanto derecho como los primeros a pedir un mínimo de atención.
Félix, en cuanto a los pleitos y sus tiempos, te diré que los desubicados en las crónicas suelen ser platónicos; piensan, en consecuencia, que la justicia es atemporal. Así que supongo que no tendrán escrúpulos en recurrir a tribunales de otras épocas.
Julio, sobre el raro personaje al que te refieres, no sé si te entiendo bien el comentario; pero te respondería como “el Gallo”: ¡hay gente pa to! Si la intención es más sutil y se me escapa, acláramelo por favor.

Anónimo dijo...

No es más sutil: ¡hay gente pá tó! Pero, también: quizá todo vaya a peor y habrá gente a la que nuestro hoy le parezca un paraíso.

Antonio Azuaga dijo...

Pues... nada, nada: ¡que reclamen! Gracias a iniciativas como ésta, ya dispondrán de una sección en el Ministerio de Bienestar Social para atender sus demandas.