sábado, 21 de abril de 2007

Rey de la creación

Dicen algunas teorías que el azar forma parte del submundo de la naturaleza, o que el determinismo de lo grande bebe en su raíz del azar de lo infinitamente pequeño. Por ahí abajo suceden maravillas entre la danza inconcebible de una enormidad de partículas que saltan escalones de energía y se esconden en nubarrones de probabilidad burlándose del ojo del experto y sumando incertidumbres al iluso “demonio de Laplace” para el que “…nada podría ser incierto...” Heisenberg, en mi opinión un poeta de la Física, y otros grandes chamanes de la mecánica cuántica tuvieron la culpa de tal desaguisado en el microcosmos, donde la libertad de lo inconcebiblemente libre hace y deshace a su antojo entre lo posible y lo no posible.

¿Y nosotros? ¿A qué orden pertenecemos nosotros? A veces pienso que nuestra conciencia es una función de onda donde las pretensiones se diluyen en nubes de probabilidad y se concretan, de pronto, en una decisión, en eso que llamamos un acto libre. A veces imagino que cuanto decimos saber del mundo no es sino un saber de nosotros; o como dice Heisenberg: “…las leyes naturales que se formulan en la teoría cuántica no se refieren ya a la partículas elementales ‘en sí’, sino a nuestro conocimiento de dichas partículas”. Es decir, conocemos nuestro conocimiento; lo que, a pesar de mi proclamada misantropía, me permite, en un ataque de optimismo, proclamar que todo se da en el hombre, que la vertebración de la realidad es este “bípedo implume” también capaz, por lo demás, de las mayores atrocidades.

Las preguntas y lamentos del existencialismo en torno al sentido de la existencia humana tienen, incluso para el ateo o el agnóstico, una respuesta fácil que ya dije en El universo insensato: como el gigante Atlas, somos la espalda portentosa que sostiene el cielo... Y todo lo demás.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Caramba, y todavía hay quien se atrinchera en supuestas e irreconciliables diferencias entre humanismo y ciencia, (ciencias y letras de nuestros añorados días estudiantiles). La poesia se despega de su mundo tradicional y pasa al tortuoso (y tambien lírico) universo de las particulas, los quarck y la espuma cuántica. Bien hecho, por cierto, ¿para cuando un soneto sobre la cromodinámica cuántica?

Anónimo dijo...

Sea como fuere en nosotros está, de nosotros depende.