jueves, 19 de abril de 2007

La otra primavera

A lo peor fui demasiado duro el otro día con la primavera. Este hoy radiante, de una luz desesperadamente luminosa que ha bañado los árboles hasta el entusiasmo de los pájaros, y disfrazado la tierra más vulgar con miles de flores fugaces y modestas (¡cuántas amapolas hoy por casi todas partes!), y templado la piel de quienes barruntamos tactos más fríos cada nuevo año que pasa… Este hoy ha despertado en mí un punto de contricción. No es otro mea culpa: lo dicho, dicho queda. Ocurre, simplemente, que no es completo; que es, por tanto, injusto; que falta la oportuna palinodia para que el César tenga lo que al César corresponde.

A la lluvia, que anteayer salvaba, le faltaba el lujo que después el sol explota al sacar sobre los campos su verde mercancía. A la plaga voraz y depredadora de quienes invaden la naturaleza con paellas, camisetas de tirantes y bolsas de plástico, le faltaba el paseo silencioso por un camino forestal de dos enamorados. A las comuniones de la vulgaridad bajo estampados y pamelas blancas, les faltaba la convicción sincera de quienes creen en ello y la ternura de los encuentros con gente querida y muy de tarde en tarde reencontrada. A la Feria del Libro no le faltaba nada, simplemente, le sobraban los “famosos”…

Claro es que podría añadir muchas más cosas acerca de esta otra primavera y arrancar viejas verdades a su vital belleza, pero no quiero deteriorar aún más mi prestigio de varón antañón decididamente insoportable.

No hay comentarios: