martes, 3 de abril de 2007

De la cristalización al "principio antrópico"

Siempre me ha llamado la atención la cristalización de los minerales. No me refiero al proceso, al cómo (que también): para eso está la ciencia que sabe mucho de casi todo. Ocurre, a mí por lo menos, que las preguntas que más inquietan no quedan satisfechas por el enunciado de los mecanismos que las explican. Lo que nos admira es por qué son las cosas que son. Pero, no cunda el pánico, a pesar del dichoso verbo “ser”, no tengo la intención de ponerme metafísico; en todo caso, estético o matemático que, en apreciación kantiana, son bastante coincidentes.

No me sorprende, aunque me agrade saberlo, que existan procesos de sublimación, de precipitación, de metamorfismo… que explican cuándo, dónde y en qué circunstancias los minerales cristalizan. No me interesan ahora las fuerzas o energías que la naturaleza pone sobre el tapete para que surja la maravilla de un cristal de cuarzo. La ciencia, a la que amo y admiro, me deja siempre a medias. Lo sorprendente, lo ciertamente sorprendente, es que los átomos se dispongan en una estructura que mantiene proporciones matemáticas, de resultas de lo cual aparece un cuerpo racional y estético. Lo extraordinario es que haya matemáticas y estética (aunque esto segundo se me discutirá bastante) no sólo en la cabeza del hombre, sino en ese exterior, anónimo y mudo sin nosotros, que es la naturaleza. Un realista (es decir, cualquiera hoy en día) me dirá que confundo la secuencia, que hay matemáticas en nosotros porque antes están “ahí fuera”. Bueno, dejemos esto de “dentro” y “fuera” que, no sólo Kant, también la mecánica cuántica lo han trastornado ya bastante. Al realista (¿ingenuo?) habría entonces que preguntarle: ¿y por qué hay proporciones, equilibrios, armonías o constantes matemáticas en "ese exterior”?

Y he aquí lo que se responde invocando el principio antrópico: “porque si el mundo no fuera así, tú no estarías en él con tales inquietudes; esa pregunta carece de sentido”.

Una elegante sandez que deja intacta mi curiosidad: un mundo sin razón, un mundo que “no fuera así” ¿podría ser?; ¿puede la ciencia racional demostrar que “existe” o “puede existir” (no sólo pensarse) un universo irracional? Y si no puede, ¿responde a algo esa respuesta?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Nuestra alma es matemática y estética. Al menos, en cierta medida. Y aun cuando, a veces, genere desorden, está preparada para juzgar y corregir ese desorden, la desviación, el desquilibrio. Dudo del aspecto estético de la naturaleza, si no se lo da nuestra mirada; e incluso dudo de su dimensión matemática: los modelos de interpretación cada vez son más complejos y eso tal vez indique que no hay ningún modelo

Anónimo dijo...

Es decir, ella, el caos; nosotros, el orden con tendencia al caos (o viceversa, que no lo tengo muy claro).

Antonio Azuaga dijo...

Sabes que estoy de acuerdo absolutamente contigo. Estos apuntes querían tener un tono irónico, que no sé si alcanzan. El caso es que el “principio antrópico”, en su versión más aceptada, viene a decir que hay preguntas sobre el orden porque ha evolucionado un universo que permite la aparición de inteligencias que se hacen esas preguntas. Yo, recuerda “El universo insensato” donde decía retorcer el principio hasta extremos “abominables”, pienso al revés: hay universo racional porque hay un “logos” previo del que nosotros somos partícipes. Vamos que, entre el huevo y la gallina, me decanto descaradamente por el huevo; lo que, sin duda, es tan indemostrable como su contrario.
De ahí lo de “elegante sandez”. Kant probablemente pensara que la ciencia empieza a echar de menos a la metafísica y que sufre ya sus mismos delirios. Yo opino (insisto “opino”) que la ciencia debe hacer, de vez en cuando, algunas “prácticas de humildad”.

Anónimo dijo...

Soy yo quien está totalmente de acuerdo contigo. ¡E incluso prácticas morales debería hacer!