viernes, 20 de abril de 2007

Declaraciones y derechos

Un comité científico, al parecer, pretende promover una especie de Declaración Universal del Derecho a la Luz de las Estrellas. La verdad es que, oído así, la pretensión suena más a poesía que a jurisprudencia, aunque me parece harto loable que se quiera que la gente pueda mirar el cielo en lugar de las farolas de su calle o los anuncios del próximo horror que acabará comprando. Porque, la verdad, si a cualquier paseante urbanita, nocherniego y nada ducho en aritmética astronómica, se le asegurase que ahí arriba hay millones de galaxias y billones de soles, lo más probable es que nos respondiera que eso pasa en el cine, pero no en su barrio (prodigio este de la cinematografía, que es donde creemos que de verdad ocurre todo mientras relegamos nuestro día a día a una caverna de platónicas sombras). Quede claro, pues, que estoy más que a favor de que me retiren toda la basura de la noche y me regalen la vista con la impresionante brillantez de Orión o la encantadora y sutil diadema de la Corona Boreal. Otra cosa es el procedimiento.

En mi opinión, sobran declaraciones y faltan ejecuciones (quiero decir ejecuciones de lo que declaran las declaraciones, no seamos mal pensados). Hablamos mucho, pero decimos y hacemos poco. Demasiados comités para todo y para nada, excesivas comisiones, abusivos congresos. Todas y todos ellos con sus correspondientes dictámenes, conclusiones, acuerdos, serias advertencias… ¡Palabras para el sexo de los ángeles, y las murallas de Constantinopla ardiendo…! De Marx es aquello de que “los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo; de lo que se trata es de transformarlo”. Yo no soy marxista, pero me parece que, en este caso, la exhortación de la cita está llena de sensatez.

Y basta ya de esa reproducción agotadora del número y variedad de derechos, o nos va a pasar lo que al sistema geocéntrico que, con su multiplicación de epiciclos y demás industrias para explicar la dinámica celeste, hizo exclamar a Alfonso X: “si Dios me hubiera pedido consejo para crear el mundo, no sería tan complicado”. Declaremos simplemente: todo ser humano tiene derecho a su plena y total humanidad. Ahí está todo.

Ahora, hagamos que se cumpla.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

La ciudad significa luz artificial y merma de estrellas. Se elige (o nos elige) el campo o la ciudad. Lo malo de la cita de Marx es que se ha puesto en práctica. ¡Y así les ha ido a millones de inocentes! Que cada uno se dedique a mejorarse a sí mismo (y en eso sé que estamos de acuerdo) y deje tranquilo al mundo (que es dejar tranquilos a los demás).

Antonio Azuaga dijo...

...La ciudad del siglo XX y XXI, que no son todos los siglos ni todas las ciudades. Puede haber luz, pero hay demasiada "luminosidad". La cita de Marx se refiere a "este caso". Prefiero faroles a farolas, calles a media luz y... ¡noches estrelladas!

Anónimo dijo...

Tú ya sé que no, pero otros empiezan por quitar farolas y acaban diciéndote a qué hora te tienes que ir a la cama.

Anónimo dijo...

Los amantes de los luminosos, los que derrochan la vida del planeta y se erigen en guardianes de la seguridad mundial (pretexto para colmar sus manos y bolsillos no solo de dinero, también de sangre) se empeñan en llenar nuestras ciudades de luminosidad extrema. Mirar las estrellas invita a la reflexión y ese es un riesgo que quieren evitar.

Antonio Azuaga dijo...

Perdona el retraso, pero tenía visita.
Ya sé que sabes que yo no; lo mío es, naturalmente, de tango de arrabal:
“Rinconcito arrabalero
con el toldo de estrellas
de tu patio te quiero…”
O este otro:
“Mientras que una pebeta,
linda como una flor,
espera coqueta
bajo la quieta luz de un farol”
O, más sencillamente, las noches que pasábamos buscando la M31 (que no es ni era una autopista) o viendo el lento navegar de Saturno.

Antonio Azuaga dijo...

¡Jo*er, qué follón es esto de moderar comentarios! Felix, te me has colado por un minuto. La respuesta del tango iba para Julio. A ti te diré que estoy de acuerdo (no en vano me rompí el cuello contigo el verano pasado buscando, otra vez, a la puñetera M31), aunque añado que "ninguno" quiere que se reflexione. Por eso digo que soy "anarquista". Ya sé que nadie se lo cree porque también soy "tradicionalista". Pero esto ocurre porque muy poquita gente conoce la maravillosa ambivalencia del gato de Schrödinger.

Anónimo dijo...

Vereis, no suelo estar muy inspirado, (casí nunca)pero esto siempre se ha resuelto con pocas palabras y certeras pedradas, que se encuentra en el punto justo de romanticismo y eficacia. Con respecto al gato ( me complacen tus continuas referencias al minino), ni se conoce al del amigo Schödinger y me parece que a ningún otro, pues ya no hay tejados donde pasear y el exceso de luz nocturna les espanta. Lo dicho, la pedrada.

Antonio Azuaga dijo...

¡Adelante con los faroles! Bueno, dejemos los faroles; digamos que nos conformamos con los anuncios. Yo ya estoy recogiendo piedras.