lunes, 14 de enero de 2008

La vejez de Jano



La mañana era y la tarde.
Y yo miraba la tarde y miraba la mañana.
Y era yo la luz del arco de la mañana a la tarde.

Estaba jugando un niño, sólo un niño, al escondite.
Yo le pregunté de quién se escondía, a quién buscaba:
De mí me escondo y me encuentro si me aburro de buscarme.

Era el orto y el ocaso;
pero sólo una mirada entre el ocaso y el orto.

Cruzaba un hombre corriendo delante y detrás del aire,
alborotando la espalda sombría de las aceras.
¿De quién huyes? ¿A quién sigues?
Me sigue a quien sigo: nadie.

Era el principio y el fin, la madrugada y la noche.
Y yo sin saber por qué era el fin y era el principio.

Un anciano revolvía las papeleras de un parque;
y lloraba mansamente.
Le pregunté qué buscaba:
Un niño he perdido, un niño con quien no podré encontrarme.

Era un dios pequeño y triste,
un casi no dios de humano, de puro humano y dolido,
de puro insignificante.

(enero 2008)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo dicho. ¡Qué enero, Antonio!

Antonio Azuaga dijo...

Sí, por la cantidad (además, es el mes de Jano, ¿no?); pero no me estoy “dando tiempo” para “calibrar”.
Gracias siempre.