lunes, 28 de enero de 2008

Del Aquinate a la “Educación para la ciudadanía”

No es mal día hoy, día de Santo Tomás, el Aquinate, patrón de los estudiantes, para dedicar algunas lágrimas a ese cadáver de la educación hogaño, por aquello de la fe grande, que fue su vida, y de la fe en nada, que es la nuestra.

Parafraseando la distinción kantiana entre filosofía académica y filosofía mundana, podría asegurar que en educación ocurre cosa parecida; esto es, hay una educación mundana y otra académica; o, si se prefiere, una educación estructural y otra estructurante. Lo lógico sería que aquélla y ésta fuesen de la mano; que la primera fuera tierra dispuesta y la segunda siembra y abono, porque, si eso no sucede, si una es charca y la otra se imagina semilla, el resultado es el mal olor de la putrefacción. Me dejaré de imágenes que luego no me entiende nadie.

La enfermedad de la educación actual es la esquizofrenia, el dualismo de personalidades que exhibe entre lo que es en las calles y lo que quiere ser en las aulas, entre los valores que se maman en el día a día y los que, angelicalmente, se pretenden predicar desde las tarimas, que es otra metáfora porque las tarimas hace muchísimo que no existen. La estructura social es violenta, egoísta, soez, grosera, perezosa, desnortada… y esa estructura social embarra el ochenta por ciento del tiempo semanal de los educandos. Algún espabilado, de esos que luego suelen legislar, concluirá inmediatamente: “hay que aumentar las horas de permanencia de los escolares en los centros”. Es lo mismo que les ha pasado durante años con “los medios”: “proporciónense más, redúzcase la ratio, háganse grupos flexibles, dótese de ordenadores, sírvase profesorado de apoyo…” Sin duda, sin duda, pero… ¿de qué sirven en la charca la azada, el arado y el abono?, ¿a qué conduce la siembra si cada día se echa más lodo en el pantano?

Por eso me ha parecido siempre una estupidez la “ardiente” polémica que se ha montado sobre esa asignatura, Educación para la ciudadanía, que en breve adornará la indiferencia de los escolares de 2º de E.S.O. Estupidez por el nombre, que es un dodecasílabo ampuloso y pleonástico (¿acaso hay alguna educación que no quiera encaminarse a la ciudadanía?); estupidez por quienes la conciben, que le conceden “una” hora semanal para contrarrestar el pantanoso efecto de las ciento sesenta y siete restantes; estupidez por quienes la discuten, que se piensan que sirve para algo… En fin, otro espectáculo de circo, con gladiadores incluidos, para distraer la “aburrida preocupación” del pueblo de Roma: ¡así parece que se confrontan ideas!

Mientras tanto, la televisión, y no sólo la televisión, sigue echando mierda, que no abono, a la ciénaga de cada día. ¡Ánimo, el futuro es nuestro!

Claro que, para enmendar esto, habría que creer, tener un poquito de fe en algún norte, ya casi da lo mismo en cuál... Permítaseme el escepticismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay....Antonio. ¡Y qué podemos hacer si la charca no se seca sino, al contario, desde todos los frentes nos llegan tanques de agua para aumentarla!
¿Por qué nadie nos escucha?
Sólo nos queda la fe en un auténtico milagro.

Antonio Azuaga dijo...

Ese es el problema: los milagros son para hechos portentosos que interrumpen espectacularmente las leyes de la naturaleza. Nadie haría un milagro para demostrar que dos y dos suman cuatro (algunos profesores de Matemáticas dirán que ellos lo hacen a diario); quiero decir que el problema es de sensatez, de sentido común, de cultura primaria… Aunque, ahora que lo pienso, tienes razón: se necesita un milagro para que todos los tontos poderosos (por no decir lo que me pide la garganta) dejen de serlo.