martes, 8 de enero de 2008

El amor y la feniletilamina

Para Lola e Inma, por una discusión inacabada


Todo golpe produce una vibración de las moléculas del aire. Una onda, por tanto; en consecuencia, un ruido. Si la frecuencia de aquélla alcanza un mínimo, nosotros captamos un sonido; o mejor dicho, reaccionamos ante dicho estímulo convirtiéndolo en esa sensación que, al parecer, ha funcionado adecuadamente para nuestra supervivencia en este rincón azul que tratamos tan mal. La ciencia, la física en este caso, no puede pasar de ahí. No puede y no debe intentarlo. Ni creo que se le ocurra. Entre otras cosas porque pondría a la misma altura las sinfonías de Beethoven y la insoportable taladradora de mi vecino de arriba, que es un “bricoman” compulsivo.

¿Es el amor un problema de química similar a esos “ajustes de reacciones” que tantos quebraderos de cabeza provocan en algunos escolares (digo “algunos” porque a la mayoría no le provoca nada)? Rotundamente, no. Aquí sucede lo que con el ruido, el sonido y la música del caso anterior. Ni la feniletilamina (¡Dios mío, qué palabra tan difícil de pronunciar!) ni la serotonina (ésta es más fácil) me parecen desempeñar un papel diferente al de la vibración de las moléculas del aire: su condición de presencia cumple la tarea científica de exponer regularidades acerca de los fenómenos. Nada más. Insistir en que el amor consiste en la producción desbocada de feniletilamina, es lo mismo que asegurar que la “Pastoral” no es sino la agitación de un fluido matemáticamente equilibrada. Las dos afirmaciones son ciertas y tienen razón, pero no son su verdad. Y, como decía Unamuno, lo del hombre es tener verdad, no precisamente razón.

Para salir de dudas, si lo que se pretende es entender el amor, me parece preferible visitar a Petrarca, o a Ausias March, o a Garcilaso, o a San Juan de la Cruz (éste por otras alturas), o a Lope, o a Quevedo, o a un ejército de ausentes que no puedo enumerar por razones de espacio.

Ceniza..., sentido…, polvo enamorado… ¡Vamos, a años luz de la dichosa feniletilamina! Y evito el “…quien lo probó lo sabe”, precisamente por eso, porque lo sabemos todos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy más que nunca tengo que repetir lo de "siempre llevas razón" porque has estado magistral.
Sería tan cruel, produciría tanto vacío el pensar la sensación que me provoca ahora mismo escuchar el lamento de Orfeo de Monteverdi, es tan sólo, química.
Además, como efectivamente todos hemos probado el amor, sabemos que es tan especial, que "digan lo que digan" no nos van a convencer.
Sería injusto reducir tanta belleza, tanta grandeza, a una simple revolución de hormonas.

Antonio Azuaga dijo...

No es sólo que sea injusto, es que no es cierto. Además, yo creo que, en el fondo, todo el mundo está de acuerdo en esto: no somos simples procesadores de un software prediseñado, sino diseñadores de lo impensable.
Gracias, Inma, porque evidentememte eres Inma.