lunes, 19 de noviembre de 2007

Un mundo menos imperfecto

Se me ha ido la mañana en investigaciones indeseadas, en preguntas a dolores sociales de nuestros días, en indagaciones sobre responsables en peleas de parque entre adolescentes (chicas, por cierto: todo un logro para la igualdad de “género”) con foro multitudinario y convocatoria por Messenger incluidos, con asistencia masiva de ávidos espectadores y móviles-cámara en ristre para que YouTube prolongue el espectáculo…

No era así. Puedo jurar que no era así. Yo he conocido un mundo distinto cuyos autores compartían con éste todo su mapa genético y, sin embargo, no era así. Se vivía menos, se comía peor. Las vacaciones eran un raro y breve privilegio. Se escribía con bolígrafos Bic de punta fina y se llamaba a los amigos por medio de teléfonos en los que el dedo tenía que introducirse en los agujeros de una rueda giratoria. Se iba de vez en cuando al cine, en el barrio, para ver las películas que se habían estrenado en la Gran Vía unos meses antes. Las fotografías se hacían con unas máquinas enormes y tardaban una semana en revelarse. No había calefacción en la mayoría de las casas, ni aire acondicionado en ninguna… No sé si la gente era menos culta, pero era mejor; creía en cosas que le hacía ser mejor, incluso querer ser mejor. No se había acomodado aún el alma del hombre a la caricatura de los chimpancés, ni relativizado el valor en el sarcasmo de las convenciones. Los adolescentes hacían insensateces de adolescentes, no atrocidades de mafiosos. En las clases había un “cabezón” (yo, por ejemplo), y un “orejas”, y un “gordo”… Pero su dignidad estaba a salvo, protegida por una especie de sabiduría innata de todos hacia todos. Si uno tenía sus diferencias con cualquiera, pronunciaba la frase terrible: “te espero en la calle”. Y se esperaban, solos, sin espectáculo ni espectadores. Se daban tres o cuatro tortas, y si pasaba un colega, intentaba separarlos, no grabarlos con ninguna cámara de nada. Cuando se descubría, había, por supuesto, castigo escolar. Y les dejaban sin comer encerrados en un aula. Y se hacían amigos íntimos (un abrazo, Galiana, por si puedes leer esto y recordar esa amistad, así nacida, que se fue con la vuelta de campana de un maldito 600 el 19 de julio del 69).

¿Qué ha pasado? ¿Por qué no se detiene el mundo un cuarto de hora y se pone a pensar? ¿Por qué no se pregunta si tiene claro lo que entiende por progreso, si los dos tercios de su remordimiento han dejado de ser población de real remordimiento, si el “tercio privilegiado” es mejor, no si vive más confortablemente, sino "si es mejor"?

¿No hay responsables de esto? ¿Tiene acaso menos importancia que un fraude inmobiliario, o bancario, o el preocupante cambio climático?...

Estas preguntas indican, una vez más, que no me entero de nada y que, además, estoy de sobra. Porque, sin duda, este mundo es menos imperfecto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

. Es cierto Antonio.Como madre de dos adolescentes me produce una inquietud enorme lo que le espera a la futura generación adulta de mis hijos. Y es cierto también que muchos le conceden más importancia a un simple fraude bancario que a esto y la verdad es que no se dan cuenta, pero nos va la vida en ello. ¿Qué pasará? ¿Llegaremos a tocar fondo y habrá un castigo divino? ¿Estamos el las predicciones de la Apocalípsis?
¿A quién le interesa esta vorágine, quién mueve los hilos, quién gana?
Bueno Antonio, al menos esta noche llueve.

Antonio Azuaga dijo...

No, no es el Apocalipsis. Lo preocupante de esta época no es lo que difiere de las precedentes, eso pasa siempre, lo preocupante es lo que coincide con otras muchas culturalmente agónicas. Tú y un puñado de personas más entendéis perfectamente lo que digo; la inmensa mayoría tiene un conocimiento anecdótico y acrítico de ello. El verdadero mal olor de los tiempos se percibe en determinados lugares; en los demás, sólo se comenta. Por eso mueren las culturas, pero sigue la Historia, por lo general, volviendo a empezar.

Anónimo dijo...

es una osadía decirle a un profesor de filosofía que su conclusión no es correcta, pero aun así lo hago. Lo que indican esas preguntas, y todo lo anterior sobre este triste y espantoso país de jauja, es, una vez más, que te enteras muy bien de todo y que, más que nunca, haces mucha falta.
Tiene que ser difícil para ellos no verse con más opciones que la de ser un delincuente o "un pringao".
¿Y cómo van a querer ser mejores si no tienen quien les ayude a apreciar lo bueno?
Ya supongo que es una "servidumbre" durísima, pero desgraciadamente "de sobra" desde luego no estás. Más quisieras.

Antonio Azuaga dijo...

No es ninguna osadía rectificar una conclusión que perjudica a quien la alcanza, por muy profesor de filosofía que sea: es un hermoso consuelo. Sobre todo si se la encuentra de madrugada mientras roba horas al descanso de su servidumbre después de otro día de “cine”.
Muchas gracias (¡espero que no te confundas en la rectificación!).