martes, 20 de noviembre de 2007

La mayor idiotez o Un mundo menos imperfecto II

Iba a publicar otra cosa. Juro que la tengo escrita. Un momento de poderío mío sobre mí me lo ha permitido. Es algo aséptico, irónico, pseudo-filosófico, pseudo-teológico… Miento, no es aséptico; pero es genérico, y eso suaviza siempre la mala… Dicho más suavemente: le acomoda a uno en las nubes, con el arpa en las manos y unas cuantas chorradas alrededor de su “angélica estupidez”. Mañana –espero– lo “colgaré” aquí (¿se dice así, no?). Por si no se me cree, lleva palabras como éstas: “…A partir de ahí, la consecuencia es fácil: para qué vamos a amargarnos la existencia…”, “…Nietzsche lo resucitó y dio un giro nuevo…”, “fue el primer ensayo de Dios acerca de la temporalidad…”, “…no sea la divina paciencia, sino la indiferencia divina.”

Iba a publicar otra cosa, pero me ha dado un ataque de espanto en la memoria. En realidad, llevo todo el día bajo los efectos de ese ataque contabilizando sus “daños colaterales”, que quedan del mismo lado que las heridas de ayer… Pero ampliadas, incrementadas, hiperbolizadas… No diré por qué. No haré preguntas finales de intención perversa… No presupondré soluciones viables. Hoy sólo hay dolor… y un punto enorme, gordísimo, extenso –por consecuencia, un punto que pierde la condición de tal y se hace cartesiana sustancia– de mala l… hacia el mundo, por el mundo y desde el mundo nuestro de cada día.

Únicamente quienes lo viven, podrán entenderme. Brindo por ellos con un bote de cerveza “Amsterdan Mariner Premiun Lager”, con un 4,8 % de alcohol, claramente insuficiente para olvidar que uno es un profesional de la educación.

¡No hay mayor idiotez, hoy en día!

No hay comentarios: