miércoles, 7 de noviembre de 2007

Mister Hyde

Es como enemistarse con uno; o, todo lo contrario, reconciliarse con uno mismo. Entre las siete y las ocho de la tarde, desde hace nueve meses, desde un veinte de febrero de apariencia inocua… Parece una subida de fiebre de las que acompañan los estados mórbidos prolongados. Me siento incómodo, inquieto, molesto con las cosas, un poco irritable. Y no puedo hacer nada; nada que no sea sentarme ante el teclado y escribir un racimo de tontadas. En varias ocasiones he intentado evitarme. Pero a Jekyll le puede la curiosidad científica.

Creo que no es maldad exactamente, pero sí tenebrosidad. Hyde tiene un territorio oscuro en todos. Y hace lo que le da la gana en cuanto halla el más mínimo resquicio en el sótano de nuestros laboratorios. Dejarle salir, de vez en cuando, es un alivio para cualquiera. Sus paseos por la vida resultan sorprendentes: desde el ridículo a la ira, pasando por el rechazo de los otros o la confusa seducción de algunos. No está mal, insisto, que se nos vaya de vez en cuando. El problema es que lo quiera hacer siempre, que se haga con un horario fijo, que quiera invadir la casa entera de Jekyll. Pero a éste le puede la curiosidad científica y le da alas. Peligrosas alas sin duda, porque en varias ocasiones ha intentado suspender el experimento y no ha sido capaz.

¿Acaso busca Hyde decir algo? Pues no lo sé con exactitud: un mentiroso compulsivo como él no es de fiar. Sin embargo, a veces me parece que sí quiere hacerlo; es más, quiere decírselo a alguien. Lo que me inquieta, y en el fondo me apena, es que ese “alguien” pueda ser yo.

Una pregunta entonces, oscuro compañero: ¿por qué no “te piensas”, sin más, en el sombrío laboratorio de Jekyll? No querrás acabar con él, ¿verdad?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No te preocupes, Antonio, y míralo por el lado bueno. Este Hyde es un buen hábito.

Antonio Azuaga dijo...

¡Ja, ja, ja! Es verdad: ¡no es tan mala persona! Además, pese a lo que él se crea, lo tengo bastante controlado.