sábado, 10 de noviembre de 2007

La mirada de la edad

De joven no me ocurría. Había flores en primavera y hojas caídas en otoño; en invierno hacía frío y calor en verano. Desde luego era así: todo con ortodoxa pulcritud secuencial. El tiempo era un escenario al que apenas se prestaba atención, y si se le prestaba, era fingida, era un adorno común para decir lo que se suponía que había que decir en tal o cual mes del año. Puede que entonces fuera tan vida la vida que uno no podía resistirse a su secuestro, que uno no era capaz de ganar lejanías que le permitieran ver su espectáculo.

Con la edad, sin embargo, se va viviendo más afuera. El placer de la vejez no es sin más el recuerdo, sino el detalle. Su distancia, paradójicamente, agranda la minuciosa contemplación; su límite inevitable apura el deseo de la mirada. Vemos más con los ojos cansados de los años que con la radiante pupila de la juventud: si ésta mira, aquéllos reparan; si aquélla ve, éstos observan.

De joven no me ocurría. Primavera, verano, otoño… eran algo que periódicamente estaba ahí. Tenía uno demasiado tiempo para que el tiempo le impresionara. Ahora, sin embargo, una hoja caída puede ser un ensayo de tristezas; una gota de lluvia, un diccionario de melancolías.

2 comentarios:

Montserrat dijo...

Hay que leer todo lo que has ido escribiendo para entender lo que viene después.Es como un archivo del que nacen después los poemas que leo con admiración.
Esa" hoja caida", y esa "gota de lluvia", han aparecido en tus bellísimos poemas del nuevo blog, pero ya estaban ahí mucho antes esperando el preciso momento para renacer con una mirada distinta.
Que interesante apreciación "el placer de la vejez es el detalle", y "la minuciosa contemplación". Absolutamente de acuerdo en todo.

Antonio Azuaga dijo...

Desde luego, Montse, nada escapa de la cronometría: lo que pasa antes siempre tiene que ver con lo que ocurre después. Seamos o no conscientes de ello, es así. Inevitablemente, así. Todo blog tiene algo de diario íntimo. Éste también, naturalmente; aunque no lo pretendiera al principio (era una “prueba”), acabó por serlo. Quizá sea esta mirada, al cabo ya de casi todo, la que se convirtió en inconsciente exigencia de escribir tan compulsivamente.
Gracias por tu lectura. Como siempre.