domingo, 11 de noviembre de 2007

Dichoso en la mentira

Esta noche he soñado con Rama, ese interlocutor ausente que ha salido ya por estas oscuridades en algunas ocasiones. Alguien, otra sombra querida que ya tampoco podré ver por las calles, me preguntaba si había vuelto conmigo. Yo respondía que no, que él estaba en otra parte, en un lugar que, por el juego de la memoria con los sueños, no puedo ahora precisar cuál era. Me disponía yo a sacarle para dar un paseo, un paseo de esos de soledad humana que no duele y que sólo comprenden quienes caminan junto a un perro por un parque sin gente.

Era un sueño habitado por otras ausencias cuyos nombres me callo porque son dolorosos patrones del tiempo, porque son gotas de agua que amamos y nos alzaron sobre su flujo, y están ya en el vaso inferior de la clepsidra de nuestra memoria. Llueve a veces el alma desde abajo, loca precipitación nocturna que nos devuelve horas sin relojes, días sin calendario, gestos sin cara. Y un instante creemos que todo es reversible, que todo sigue siendo lo que fue, que aún podemos hablar con quienes no nos hablan…

Es una mentira piadosa de la vida que todavía tenemos; una ficción amable que se niega al olvido, una revolución en el valle de estas lágrimas que bañan nuestros trabajos y nuestros días:

…y es justo en la mentira ser dichoso… (Boscán. Soneto LXI)

Por desgracia, me desperté antes de dar el paseo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Rama y todas esas ausencias son más que sombras. Creo que, mientras sigamos vivos, seguirán viviendo de alguna manera todos los que hemos amado y ya no están.

Antonio Azuaga dijo...

En efecto, Julio, viviendo siguen; y nosotros viviendo, cada vez más, de que ellos aún nos vivan.