domingo, 18 de noviembre de 2007

El tacto y la vida

Hace frío. Ya decía yo el jueves que este otoño nos había salido tardo-melancólico, que andaba con prisas quitando las hojas de aquí y de allá, como un escolar perezoso que se ha dejado para el último mes casi todas las materias pendientes. Y así está, no dando abasto, amontonando alfombras a puntadas de oro impacientes por todas partes, advirtiéndonos de que piensa llover (¿será verdad?) mañana por la tarde, sacudiéndonos la piel con tiritonas inesperadas. Y es que es ahí, en la piel, donde sentimos la verdad del tiempo y de todo lo demás. La vista y el oído nos sirven para configurar la realidad primero, para sentirla después; el tacto, sin embargo, es sensibilidad en bruto.

“No he podido evitar avanzar de esas manos a esos brazos, de esos brazos a ese cuerpo, de ese cuerpo a esa alma…” Días atrás (Un lujo de la evolución) me refería en estos términos al recorrido por que se lanza la imaginación en busca de la realidad humana que hubo alguna vez tras los objetos de los museos. Pero a veces, como también ya he dicho, ese trayecto es inverso. A veces es el alma quien se arroja al cuerpo, quien viaja a los brazos y salta a las manos y se aloja en las yemas de los dedos. Y quiere ser caricia, sólo caricia, tacto vertebrador de la sensibilidad en el sentimiento, del sentimiento en la sensibilidad. Entonces no queremos saber, sino sentir; no buscamos un conocimiento, sino una emoción, o mejor, una conmoción. Acariciamos el mundo para hacerlo; pero también para amar, para consolar, para fortalecer, incluso, para soñar. Sucede a veces que los ojos no pretenden ver ni los oídos oír; sucede que únicamente pretendemos sentir a flor de piel, a flor de alma, el suave confirmarse de la vida en el extremo de una caricia sutil, de un inesperado roce...

Como la mano inviable de María de Magdala en todos los noli me tangere, como el dedo Adán en la Capilla Sixtina arrojado al anhelo de una divina tangencia…

2 comentarios:

Adaldrida dijo...

Hola!!! Pues me gusta tu blog, si lo tuyo son tontadas, lo mío también. ¡Ya somos dos!
Y sí, el frío. A mí me desasosiega porque me pone mala. En realidad me gusta sentir el frío en la calle, los abrigos, las luces, el humo... y el calor de casa. Supongo que asocio el frío con la navidad, y por eso el frío de Enero me parece absurdo. Gracias a Dios en Febrero comienza la primavera en Sevilla...

Antonio Azuaga dijo...

Gracias por tu visita, Rocío.
Es verdad, a mí también el frío de enero me parece absurdo, y cruel. Éste, al menos, parece tener "otro aire".
Un saludo