jueves, 21 de febrero de 2008

Memoria de la creación

A mi madre en su lejano silencio; a todas las madres, por su amor inevitable


Existen nebulosas primitivas, jirones de luz deshilachada, advertidos por el ojo de ese cíclope solitario de la noche que es el Hubble, en las remotas lindes de nuestro universo. Perviven en la ficción de un viaje a trescientos mil kilómetros por segundo que nos deja su recuerdo, su hoy inactual, en la mirada curiosa. Son algo así como la memoria de la creación, la madre primigenia de las familiares galaxias actuales; como nuestra Vía Láctea, donde se hace la vida y la muerte, el amor y el dolor, la alegría y la tristeza…

¿Nos pasará a nosotros eso? ¿Existirá allí, en los remotísimos rincones del alma, un frágil resplandor deshilachado, una imagen sin apenas luz, una débil memoria de un casi olvido del que luego crecieron el sueño, la esperanza, el entusiasmo, la fuerza gravitatoria del corazón y de la voluntad que ahora nos sostienen? ¿Será ese ayer, casi apagado, el beso de una madre que estuvo con nosotros, que sonrió con nosotros, que aplaudió, con el entusiasmo de un auditorio enardecido, el primer balbuceo nuestro que quiso ser palabra?

No lo sé, pero estoy seguro de que todos andamos cargados de deudas con amores que tenemos casi olvidados y, sin embargo, fueron las primeras señales que nos configuraron la vida.

4 comentarios:

samsa777 dijo...

Qué hermoso...

Todo late desde el fondo mismo del alma, en la transición insensible que une y separa memoria y desaparición...

Antonio Azuaga dijo...

Sí... porque "todo" nos sigue llegando a "trescientas mil nostalgias por segundo", desde unos doce mil millones de "años-tristeza" de distancia...

samsa777 dijo...

A mí me sobrecogía pensar que, como nos explicaba el profesor de astronomía, cuando encendemos el televisor por un canal no sitonizado, mucha de la niebla que vemos es aún un eco del Big-Bang...

Antonio Azuaga dijo...

Tienes razón, Francisco; incluso, según envejecemos, nos basta cerrar los ojos para recoger ecos similares; pero desde dentro. A fin de cuentas, el ser humano es un cruce necesario de voces entre aquéllas de que somos deudores y aquéllas que habrán de adeudarnos. El Big-Bang nos habla por los televisores y nosotros respondemos con la ciencia; otras palabras nos llegan por los "canales no sintonizados" del alma, y nosotros respondemos con la poesía.
Gracias por tus aportaciones.