sábado, 2 de febrero de 2008

La revelación del destino

Últimamente tengo ganas de muy pocas cosas, ¡de muy pocas!... Una de ellas es escribir en verso (?). ¡Qué le vamos a hacer!


Entonces quedará el destino,
la ordenación cabal, la lista
pormenorizada de todos
los hechos que sucederían,
que tendrían que suceder
bajo el compás de cada día.

Y todo será predecible
porque ya habrá ocurrido: dicha,
dolor, fracaso… Espada y lecho;
verbo y amor; melancolía…

Entonces, un minuto apenas
tendré para las profecías.

Se pondrá cárdena la tarde
y se nublarán las sonrisas,
los labios, los besos, los ojos,
las miradas... y las caricias…
y el cuaderno de la memoria...

Sabré –porque fui– qué sería,
qué tendría que ser al cabo.

Sucederá un último día,
un último minuto; solo,
en seria soledad estricta,
en un tiempo sin casi tiempo
de atarme el alma fugitiva.

Entonces… quedará el destino:
el mañana-ayer de la vida.

(febrero 2008)

1 comentario:

Montserrat dijo...

Nuestra cultura actual, al reducir la felicidad de cualquiera al valor de lo joven, ha llegado al ridículo de considerar socialmente inadaptadas y por tanto irrelevantes, a esas personas sabias que deben ser los viejos.
Los profetas de un futuro maravilloso y lleno de excitantes diversiones, para unos viejos eternamente obsesionados por aparentar una juventud que no tienen, deberían guardarse sus energias para mejores causas. Porque esos profetas son los que ya estan pensando en el negocio que les podria reportar el mercadear con la vejez.
Hay que conquistar en vida la eternidad, existiendo tan plena e intensamente, que la muerte poco signifique.
Hacer de la vida una pequeña obra de arte: la muerte es el final de esta sinfonia que describes tan bien en tu poema: "dicha, dolor, fracaso, espada y lecho, verbo y amor, melancolia," y la vejez es un último movimiento importante, y tan bello como cualquier otro de esta sinfonia.

Me encanta hablar de estas cosas contigo.