viernes, 15 de febrero de 2008

Confesiones

Hoy se ha puesto el sol a las 6:48 P.M., hace ahora exactamente 59 minutos. No queda ya, por tanto, ni tarde ni atardecer, sólo noche incipiente. Sólo noche. Mr. Hyde acaba de irse. Tempranísimo. Me ha dicho que tenía un dolor de no sé qué, y se ha largado con cara de mala uva. Y yo me he quedado mirando esta pantalla y diciéndome que ya va siendo hora de que me tome la vida en serio. No sé si en serio o si en silencio, que es lo más serio que se me ocurre.

Debo empezar a practicar la “epojé” de Pirrón, suspender el juicio (la palabra) sobre el mundo y el hombre, sobre los otros y yo. No sé si estoy o no en la edad del escepticismo: yo creo que una persona inteligente debe de llegar bastante antes. Pero siempre he sido existencialmente impuntual. En realidad, sólo fui puntual en la niñez, aunque me entretuve en exceso. De ahí, probablemente, este llegar a destiempo a casi todo. A veces, me he querido lavar la insatisfacción recordando aquello que decía Hegel de que la filosofía siempre llega tarde, de que el ave de Minerva inicia el vuelo al anochecer. Ciertamente, era una metafórica higiene en exceso forzada. Pero no me quejo; en el fondo, la gente casi no lo ha notado: la vena de histrión me salvó en muchas ocasiones. Aunque llega un momento en que molesta esto de andar siempre interpretando. Molesta o cansa. Y entonces se dice la verdad. Ése es el momento de Pirrón, de la “epojé”, del silencio… Silencio en todo, o casi todo: emoción, vocación, trabajo, esperanza, afición, opinión, seudosabiduría… voluntad. Sí, también la voluntad debe dejar de querer. Porque esa es la verdad, la entropía que dije por aquí abajo, la fatiga final... Poca cosa para ser descubierta después de tanta edad.

Más de doscientos folios (lo he comprobado en los borradores) suman los apuntes de este casi año. Veinte de febrero de 2007: “Digamos que esto es una prueba…” Y era verdad: supuse que era una “prueba”. Sin embargo, últimamente, creía que iba a llegar a las trescientas entradas. Sonaba bien, sonaba a Laberinto de Fortuna. No deja de ser una curiosa coincidencia que, en la estrofa 284 (ése es el número que hace este apunte), Juan de Mena acabe su alabanza sobre el rey Fernando en estos términos:

… e por que non sea mi fabla prolixa,
callo façañas de gran maravilla.

Claro que, si Mena opta por silenciar grandes hazañas para que no sea su fabla prolixa, ¿qué no habrá de hacer un caballero a destiempo que habla de sí sin que acometa empresa de mérito mayor que, alguna vez, cantar por soleares?

Tengo la impresión de que Mr. Hyde no va a regresar a casa.

2 comentarios:

samsa777 dijo...

La numerología como ciencia bloggística... Si lo escribes y se lo mandas a Íker Jiménez te haces de oro...

3'1416

Antonio Azuaga dijo...

Pues no me había dado cuenta de que, también en esta ocasión, caía en la “tentación de la numerología”, uno de mis pecados, al que ya me referí en la entrada “De Diofanto a Juan de Yepes” del 6 de diciembre. Así que, tendré en cuenta tu sugerencia: llamaré al Íker ese.
Por cierto, creo que si se divide la amistad por la lealtad se obtiene el número "pi", lo que significa que la segunda es el diámetro de la primera.
Gracias por la tuya.