domingo, 24 de junio de 2007

Eróstrato y la Noche de San Juan

No ocurrió un 24 de junio como “daño colateral” de rituales celebraciones en que se quema lo viejo de uno, lo no querido; en que se sueña la ilusa vanidad de los ciclos, el fantasma del retorno vivificador. El incendio de una maravilla del mundo, la inmolación del templo de Artemisa sucedió “…el año 365, en la noche del 21 de julio, cuando no subió al cielo la luna…”, como nos dice Marcel Schwob en el maravilloso relato de sus Vidas Imaginarias. Desencadenó el desastre Eróstrato de Efeso, un delirante admirador del "arjé" de Heráclito (cuyo manuscrito, depositado entre otras joyas en el propio templo, corrió la misma ardiente suerte de éste), un incendiario enloquecido por las palabras del maestro y enardecido de un narcisismo mesiánico. Eróstrato fue un pirómano con delirios de grandeza, su lamentable hazaña le permitió, como era su deseo, pasar a la Historia, no obstante la consigna oficial de borrar su nombre de todas las crónicas. Al parecer, fue Estrabón el primer lenguaraz que violó aquella condena de silencios. Siglos después, nuestro viejo hidalgo conocía a las mil maravillas el remoto suceso; y así, en el capítulo VIII de la Segunda Parte de la epopeya cervantina, le dice a Sancho “…aunque se mandó que nadie le nombrase, ni hiciese por palabra o por escrito mención de su nombre, porque no consiguiese el fin de su deseo, todavía se supo que se llamaba Eróstrato”. “Todavía se supo que se llamaba…” ¿y qué hay que no se sepa, al cabo, de la destrucción? Llega antes al conocimiento el nombre del maldito que el del bendecido, la posesión del vicio que la liberación de la virtud; tal vez como consecuencia de que el primer acto notable del hombre fue el hurto de una fruta portentosa y el siguiente, un crimen execrable, un fratricidio. Con tales precedentes, lo de Eróstrato sólo fue una travesura de Noche de San Juan muy trasnochada.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡¡ No es para publicar!!! Pon Marcel Schwob

Anónimo dijo...

¿No será que nuestros actos queramos o no (nosotros o los demás) nos acompañan y como eco resuenan en las conciencias ajenas? Al fin y al cabo así es la Historia.
Ya sabes amigo Antonio, que a mí lo de la fruta prohíbida...
De todos modos el deseo de eternidad, la ambición de "ser más" y más tiempo a costa de lo que sea, mal casa con la idea del dios cristiano.

Antonio Azuaga dijo...

Amigo Julio, sí que se debe publicar. La debilidad de la memoria, la confusión por la pobreza en otras lenguas, el "mea culpa" ante la vanidad de erudicciones, debe ser público.
Gracias, y corrijo.

Antonio Azuaga dijo...

Amigo Félix, no pretendo “cristianizar” a Eróstrato, sólo digo que lo suyo es “pecata minuta” si se compara con la posible maldad real del hombre. Y ahora, resuélveme un problema: ¿qué merecería mayor sanción jurídica quemar “Las Meninas” para ser “inmortal” o matar a un hermano que no ha hecho contra su verdugo nada más que “ser”? ¿Y moralmente, qué sería más rechazable? Por supuesto, hablo de símbolos; la encarnación de éstos es el dilema de la responsabilidad; existencialmente hablando, del compromiso.
Gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

No te falla nada de eso. Lo que pasa es que tecleas más rápido que yo, que sólo utilizo un dedo. Pon Schwob.

Antonio Azuaga dijo...

¡Ja, ja, ja...! Lo que me pasa es que además de cabezón, debo de ser disgráfico. Esta mañana, antes de salir de casa, vi que seguía "empecinado" en mis errores. Lo iba a corregir ahora y me he encontrado con tu correo.
Gracias, otra vez