martes, 5 de junio de 2007

Cultura y ocio

El mayor problema que podría plantearnos la vida es que un día nos levantáramos y descubriésemos no tener ningún problema. Ver transcurrir las horas en astenia de dificultades y conflictos es mal que no deseo a nadie. Entiendo que debe de ser una especie de muerte en estado de vigilia, algo así como una centinela de vacíos. Y sin embargo, es frecuente que nos sorprendamos asegurando que no queremos tenerlos, que queremos una vida desocupada y ociosa, muelle hasta el aburrimiento de estar vivos. Esto, que tanta gente dice, a mí me produce escalofríos; pienso incluso que, si se dice, es porque no se piensa, lo cual me provoca un escalofrío adicional por aquello de que largar la lengua sin tener fortificada la retaguardia del seso es bastante preocupante y, por desgracia, bastante común. Claro que peor sería que se dijera en serio, porque entonces esta bípeda especie, de tan glorioso pasado, habría tocado fondo, tal vez incluso, tocado abismo.

Tener problemas es tener un contrato de futuro; es disponer y ejercitar capacidades ordenadas para su solución, es luchar, batallar, guerrear; pero también creer, esperar, desear y… descansar, de modo transitorio. Es encender candiles en el tiempo que tenemos por delante (bendito si lo tenemos) para vadear sus trampas, es soñar con alcanzar algo que siempre creemos cerrado y definitivo, que siempre resulta inacabado y provisional. La aproximación al código capaz de cancelar todos los problemas debe ser asintótica: más al alcance cada vez, nunca totalmente alcanzada. No somos, no debemos querer ser una rama evolutiva que aspira a no hacer nada.

No sé si logro explicarme: lo que quiero decir es que me parece una contradicción absurda leer demasiado cerca las palabras cultura y ocio. Eso corrobora lo que indiqué al principio: hay que cultivar algo, es decir, sembrar problemas en el perseguido estado de no tenerlos.

¿Somos tontos o qué…?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguramente, así nos hicimos hombres: afrontando y dando solución a los problemas; y, también, manteniéndonos en guardia a la espera de los próximos problemas. Por lo demás, se piensa que es cultura cualquier antídoto contra el aburrimiento. Fíjate que se promociona la lectura como diversión. Yo, cuando quiero divertirme, me dedico a todo menos a la cultura. Si la cultura no me desazona un poquito (¡y eso no es divertirse precisamente!), para mí ni es cultura ni es nada. En fin, lo peor que se puede decir de cualquier objeto literario o artístico es que es divertido; lo mejor, que nos inquieta, que nos trae algún problema.

Antonio Azuaga dijo...

En efecto. Nada más tonto que oír decir a alguien que acaba de asistir a una representación, por ejemplo, de “Hamlet”: “No sabes cuánto me he divertido”. Si alguien dice eso, es que es idiota. Además “divertir” es “apartar, desviar, alejar”, originariamente “llevar por varios lados”. Y de eso se trata cuando uno se divierte. La sandez es pretender que sea permanente y, encima, que sea un problema, una cultura.

Anónimo dijo...

Muy cierto,Antonio. Y, ya sabes, muchos nos juzgan porque no motivamos, no amenizamos, no divertimos. ¡Lástima de generaciones que se están perdiendo en el abismo de la más absoluta idiotez buscando la permanente diversión!

Antonio Azuaga dijo...

Desde luego. Para “divertir” ya existen en los zoológicos los fosos de papiones saltando de un lado a otro sin mucho sentido. A lo peor, eso es lo que se pretende: alumbrar monos divertidos y tontos en la jaula de nuestras ciudades.