domingo, 30 de diciembre de 2007

Un ayer como otro cualquiera

Humanamente hablando, es un suplicio
ser hombre y soportarlo hasta las heces…

Blas de Otero


Mañana en Aldebarán será un ayer como otro cualquiera. En realidad nunca habrá un mañana en Aldebarán: siempre su después habrá sido antes. En Aldebarán y en todos los rincones de la noche. Más breve, más largo, más inconmensurable, pero siempre antes. Tal vez por eso, mirar al cielo nos ponga tan nostálgicos; tal vez por eso, no podamos vivir sin el pasado, no sepamos hacernos sin la historia. Nuestra mirada pasa siempre por un largo hacia atrás. Lo demás es el sueño, el ensueño mejor, la fabulación de la esperanza. Y no hacemos sino querer que el futuro se desfuturice: desde el chamán al científico, desde el incrédulo al creyente. Pronosticar, deducir, adivinar… son verbos que se unen por la raíz en nuestro desamparo.

La tentación que me cuentan es incorrecta. No habría caído el hombre sólo por ser como Dios, que es atemporal, que es eterno; sino por ser más que Dios, por una racional contradicción: lo que quiere ser el hombre es intemporalmente temporal. Y eso es la soberbia, lo otro es un delirio teo-democrático.

Mañana –hoy, si ya estáis a 31– intentaré ser humilde: miraré únicamente el ayer de Aldebarán… Y de todo lo demás, para recordar que sólo soy un hombre.

Ah, se me olvidaba: feliz año, feliz ayer, feliz voluntad de ensueño.

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