lunes, 24 de septiembre de 2007

Recuerdo...


(Lo peor del amor es que tenga memoria; lo mejor de la memoria, que aún le queden palabras. Aunque a partir de entonces el mundo empiece a ser delirio, ficción entre silencios que se advierten ajenos, columnas que soportan ese último templo que es la decadencia de la vida. Como en este poema, en el que todo –amor, memoria, silencio, decadencia…– se mezcla sobre nada).


Recuerdo haber parado algunas veces
por frente a ese portal, unos segundos,
secuestrado en la noche de tus ojos.

Y recuerdo el motor del automóvil
como una canción triste; y las farolas
como el rastro de Dios sobre tu acera
en sus pálidas lágrimas. Recuerdo
repetir un adiós y una sonrisa,
decir “hasta mañana”, convencerme
de que ya no podía enamorarme.

Recuerdo regresar oyendo tangos
e incluso tararear “La Cumparsita.”

De esos días recuerdo que la vida
me puso cara a cara con los años.
Mis límites estaban ya cumplidos;
sin embargo, me estaba enamorando.

De esa calle recuerdo la noche de tus ojos.
Y mi noche después… Mi noche inevitable.

(febrero 2007)

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