martes, 17 de julio de 2007

Epicuro, Vattimo y los geranios

Nunca me gustó el epicureísmo. Y me refiero al epicureísmo real, a su pacata consideración del placer apacible, a su “jardín” de bucólicos amigos, a su no complicarse la existencia, a su tonto tetrafármacos con que creía ahuyentar los temores del hombre. Me parece un pensamiento de maceta, una moral de geranio que aguarda el goce de su regadera, la verde felicidad de la savia subiendo, de la savia bajando.

Me sucede lo mismo cada vez que oigo hablar de posmodernidad, de pensamiento débil, de Vattimo, de su nihilismo liviano, de su secularización acomodaticia de la ética cristiana, de los medios de comunicación y de la tecnología como semilla fecunda de diversidad y pluralidad… Uno se cansa de oír constantemente las mismas palabras, unas palabras que son como esos premios prometidos en panfletos de propaganda a los que puedes acceder rascando en cierto lugar con una moneda. Uno lo hace y no hay nada, nunca hay nada. Si el pensamiento empieza por reconocer su debilidad, no merece ser pensamiento. Hay otro de más enjundia, de más consistencia, de más vigor que tiene muchísimo más derecho a ser reconocido. Para proclamar la muerte de Dios, por lo menos, hay que tener agallas, hay que proponer algo, como Nietzsche (del que bebe con intelectual cobardía) por ejemplo, como Zaratustra. Lo indigno es cargarse al Autor y querer dilapidar su herencia en cuatro bobadas.

Para leer a gente que quiere pensar como un geranio, es preferible mirar a los geranios directamente, sin intermediarios.

No hay comentarios: