martes, 27 de febrero de 2007

Siempre Don Quijote

Hoy he vuelto a casa con el atardecer en la cruz del parabrisas, todo el camino, por frente a los cansados ojos del fin de jornada. La verdad es que no me importaba el dolor de los reflejos: la serenidad de la luz de la tarde era compensación más que suficiente. Además, todo exige un tributo, todo tiene un contrapunto amargo. La vida fácil, a que se nos quiere acostumbrar, ni es vida, ni es fácil; y las más de las veces se convierte en puro desatino que engorda consultas y otras sacristías de nuestro tiempo. Unas pequeñas gotas de estoicismo, antes de cada comida, nos vendrían muy bien a todos.

El “síndrome del ombliguismo” causa estragos. Una cosa es que pensemos y defendamos, con uñas y dientes, la imprescindibilidad de todos y cada uno de los seres humanos, y otra muy distinta que nos creamos “ombligo del mundo”, eje incontestable de rotación de las grandezas y miserias del planeta. Ni nuestros pequeños triunfos, ni nuestras cotidianas derrotas darán jamás un tinte más o menos bello a la luz del atardecer. No cabe duda de que cada uno de nosotros la matizará según sus penas o alegrías, pero no debemos olvidar que cada uno de nosotros no es más que cada uno de todos los demás. O seremos víctimas del síndrome.

Me gusta pensar en Don Quijote cuando las cosas de la vida derrapan en las curvas del alma. Y me gusta, porque Don Quijote, ese pobre loco, es un derrotado grandiosamente victorioso (repito: derrotado, nunca fracasado; las palabras importan, y mucho) que convierte cada adversidad en el sueño de una nueva gloria.

¡Ojalá, nos pareciéramos a él!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace un año escribí este poemita quijotesco. Y el caso es que de quijotesco tengo poco... ¡Va por ti!


RECOMPENSA DE LA CABALLERÍA

Sólo la landa indiferente y sola,
sólo el honor hiriente del vacío,
para los caballeros insensatos.
Sólo la landa sin ningún testigo.

Porque es la nada suficiente burla,
sólo la landa indiferente y sola
para los caballeros inservibles,
para su más valer y su derrota.

Desde el viejo y la grande polvareda
a la carga fugaz de Cajamarca,
sólo la landa indiferente y sola,
la interminable y redentora landa.

Desde el puente que hiere a Lanzarote
a la playa final de Barcelona,
sólo el vacío del honor hiriente,
sólo la landa indiferente y sola.

Antonio Azuaga dijo...

Gacias, caro amigo, por el brindis implícito (“¡Va por ti!); pero muchas más gracias por la doble perfección de tu comentario: formal y conceptual. La derrota y la landa conjugan pareja grandiosidad. El derrotado tiene siempre algo de grandeza; el “fracasado” (lejano sinónimo de más frecuente uso en estos canijos tiempos) no es más que el felpudo en que se limpian las suelas los “triunfadores” (en no se sabe qué, por cierto); de aquí la proliferación de “consultas” que, como las tintorerías, devuelven el producto con la suciedad camuflada.

Máster en nubes dijo...

Desde el domingo, cada vez que leo algo tuyo, es como si te oyera decirlo, Antonio.

"Ni nuestros pequeños triunfos, ni nuestras cotidianas derrotas darán jamás un tinte más o menos bello a la luz del atardecer"

Pues sí, es una tranquilidad además saber que no añadimos ni quitamos nada a lo que es.

¿Sería poco estoico pedir un poco de sol, no obstante?

Buenos días, caballero.

Y un beso, por supuesto.

Aurora

Antonio Azuaga dijo...

No peca contra el estoicismo; pero, un poco de paciencia. Lo estoico es vivir de acuerdo con el orden natural; y actualmente... ¡ya ves los antojos de la naturaleza!

Gracias y un beso.