martes, 28 de agosto de 2007

La especie y el género

Algunos hombres –como yo, por ejemplo– sólo quieren vivir en las palabras. ¡Qué insensatez! ¿Para qué diablos sirve vivir en unos signos que no viven, que carecen de hormonas y afecciones, que tienen un futuro sólo algo más largo que ese conglomerado de células y química que nos pone de pie cada mañana? Estos hombres, además de insensatos, contravienen principios fundamentales de la religión y de la filosofía. Paradójicamente, parecen ir en contra de ese axioma que espera que un logos primigenio halle vías para alzarse en un ser vivo del que pueda decirse que es racional, que es palabra viva; o adoptan una herética postura que no quiere que el verbo se haga carne, sino, todo lo contrario, que la carne se haga verbo.

Sin embargo, no hacemos otra cosa que leer y escribir; y cuando no, sencillamente nos embrutecemos. Los gorilas y los orangutanes tienen esa cara tan triste, no porque sean tontos, sino porque no tienen palabras. Verdad es que los babuinos no tienen en su rostro trazos de melancolía, pero eso es porque evolutivamente están un poco más lejos: son primates, sí, pero no de nuestra familia. Por eso me preocupan, a veces, las bulliciosas manifestaciones de algunos adolescentes de nuestros días, sus empujones, sus gritos desaforados, sus orines (¿territoriales?) en cualquier parte...

Yo creo que los hemos desnortado, que los hemos arrojado al silencio, al vacío del verbo; que les hemos robado la especie a costa de mimar el género. Por eso andan por ahí, pintarrajeando paredes con signos inviables, porque les tira la sangre, porque, en el fondo, los hombres sólo vivimos en las palabras.

¿Y quién tendrá la culpa de todo esto?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que cada uno tiene la culpa de lo que hace con su vida. A igualdad de condiciones, unos andan por ahí comportándose de cualquier manera y otros se ocupan de cosas menos bestiales. La vida nos puede dar o quitar oportunidades, pero animales o personas nos hacemos solitos.

Antonio Azuaga dijo...

Sin duda, Julio; pero la educación, la pública en particular, tiene una severa responsabilidad. Sabemos, por supuesto, que el ser del hombre es “causa sui”, pero cuando puede empezar a decidir, cuando se le han proporcionado los parámetros y referentes necesarios. Los “niños-gacela” de los manuales de psicología, por ejemplo, carecen de ellos, su responsabilidad no excede a la del mundo animal. La pregunta, en que llevo insistiendo tanto tiempo, es para la sociedad, para las instituciones y leyes en que se objetiva. El mozalbete que se mea en el portal de tu casa, tiene toda la culpa de mearse, desde luego, pero sus mayores, sus profesores, su ministro de educación, tienen la grave responsabilidad de haber llenado su corto pasado de un sinfín de necedades que además debe reproducir “con sus palabras”, las cuales siguen siendo las mismas de la primera vez que se lo dijeron porque nunca se le exigió que incorporara otras. Por eso digo que se las inventan, porque pienso que el ser humano tiene una ontológica necesidad de ellas, y ciertas “pedagogías” se las han negado.