miércoles, 29 de agosto de 2007

Creencia, credulidad y... Puerta del Sol

Siempre me ha parecido que la Puerta del Sol era un rincón de popular holgazanería. Que no se moleste nadie: no quiero decir que quienes por allí circulan sean vagos que huelgan displicentes. No se trata de un juicio moral, ni siquiera intelectual. Es un juicio perceptivo, algo que me entra por los ojos. Los transeúntes, incluso los que caminan acelerados, me han parecido siempre no ir a ninguna parte ni proceder de ninguna, como si la plaza fuese un pequeño teatro lleno de figurantes que deambulan, se detienen un momento, piden limosna, se citan en el Kilómetro Cero, miran al oso, hacen fotografías, reparten propaganda… Pero todo es mera ambientación del drama que se desarrolla siempre más allá…

Esta mañana he cruzado la Puerta del Sol, pero en plan "holgazán real", es decir, como simple espectador. Un figurante, muy en su papel, me ha entregado una octavilla con un texto inquietante:
“Profesor XX. Astrólogo africano de confianza. Venido del centro más importante de Astrología Africana. Espiritualista y científico, con conocimientos y poderes, ayuda a resolver problemas difíciles o graves en menos de 48 horas con eficacia y garantía…”

El Profesor XX es un grano de modesta arena. Puestos a resolver problemas, los hay con togas de purpurina o variopintos adornos que salen en la televisión, en Internet y en el teléfono; que se codean con “famosos” y asisten a debates; que leen los astros, las cartas, los posos de la manzanilla (¿o es el café?) y las entrañas de la mosca tsétsé si se tercia. Pero también hay sectas, y asociaciones esotéricas, y prácticas vudú… Todo esto servido en Estados laicos de sociedades desarrolladas y mentalidad progresista cuyos cimientos se pusieron hace “sólo” cuatrocientos años…

Nuestro Feijoo, allá por el “siglo iluminado”, escribía hablando sobre la superstición: ... ¿Pero quién es culpado en este error? ¿El vulgo mismo? No por cierto; sino los que teniendo obligación a desengañar el vulgo, no sólo le dejan en su vana aprehensión, mas tal vez son autores del engaño… ¿Seguirá teniendo razón Fray Benito? ¿Y quiénes serán los “autores” que declinan su “obligación a desengañar”? ¿Y qué interés tendrán en ello?

Lo que me parece indudable es que en nuestra cínica actualidad la creencia se desprestigia y la credulidad se consiente (¿o se fomenta?) Porque lo malo, hoy por hoy, es confesarse creyente. Un creyente es un idiota; un visitante de hechiceros, sin embargo, es un ciudadano ejerciendo su libertad de opinión o los principios de su cultura. ¡Cuánta tontería!

Desde que el hombre dejó de creer en Dios, cree en cualquier cosa, dicen que dijo Chesterton, lo que desvela la necesidad de la creencia para el hombre y la infinita sandez de abandonar su grandioso objeto para depositarlo en “cualquier cosa”. Y Gustavo Bueno, que es un “ateo católico”, afirma en “El mito de la felicidad”: la filosofía de la felicidad es una cáscara vacía cuando la felicidad se ha separado de los contenidos metafísicos (destino del hombre, universalidad teológica o cósmica) que le dieron origen.

Desde luego, el drama se desarrolla bastante más allá de la Puerta del Sol.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En una cadena italiana de televisión (y de las importantes), después de las noticias y el tiempo, ¡viene el horóscopo! Y, medio creyendo y medio no creyendo, ¡cuánta gente pregunta todavía de qué signo eres!

Antonio Azuaga dijo...

Amigo Julio, conocidísima es aquella sentencia volteriana de “si Dios no existiera, habría que inventarlo”. Tal parece que, una vez alcanzado el estado de su negación, es necesario llenar el vacío. Lo curioso es la manera cutre y técnicamente retrógrada de la alternativa: de la racional interpretación del Acto Puro se pasa a un elemental y anacrónico animismo. No sé, pero sustituir el pensamiento teológico por el pensamiento mágico, me parece una danza de cangrejos (y no estoy pensando en “Los secuestrados de Altona”).